jueves, 15 de octubre de 2009

Al contado, del Navo (Alias Omar Gámez).

El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Al contado, del Navo (Alias Omar Gámez).

La literatura se compone de una intertextualidad, que a raíz de la labor educativa de las universidades, ha desarrollado ramas completas en las que se compendian una infinita gama de saberes y experiencias.
En los submundos de la literatura local, pocos son los esfuerzos independientes de expresar una perspectiva de la realidad que además de expresar una serie de características estéticas, como su buen ritmo, prosa y agudo sentido crítico, que lleva de la crudeza a la denuncia, de sutil humor negro a la voz oficial de la soledad y el desencanto.
El oficialismo, en el que la cultura es tan susceptible de caer, orilla a los artistas a conglomerarse en apartados tugurios que minan sus fuerzas creativas. La inactividad provoca en el artista el tedio y éste a su vez el desencanto. Pocos son aquellos que saben reponerse e imponerse a ese medio, volviéndose cronista oficial de cantinas y cabarets, voz de soledad, pero también de la armonía. Parece que el autor goza, haciendo recordar a su lector que, por muy grande que puedan llegar a ser tus problemas, comparado con el universo, eres completamente insignificante. No hay porqué acomplejarse.
El Navo, que a veces se hace pasar por Omar Gámez, cuando quiere proyectar una imagen mezcla de serenidad y cultura, es un provocador nato de sensaciones. Sus historias provocan decepción y deseo, empatía y risa o en el peor de los casos repulsión, a su forma de confabular el deseo pop por el sexo y la cultura post moderna del placer, pues se contrapone a modelos morales arcaicos.

Desde este espacio le agradezco al Navo que tenga valor de enfrentarse a un medio “oficial”, en el que si no le agradas a un editor, que como en cualquier parte, es un puesto ocupado por un incompetente mental que cree que el arte se trata de complacer y no de señalar. Publicar fuera de las normas es una provocación para el selecto público que vive en completa libertad. Con la misma libertad que Bukowski o Miller, sabe acercarse acertadamente al clímax textual, que como en la vida real, termina tan pronto como se inicia, sin tapujos ni pudores. La realidad no se anda con esas cosas.
“Lo Naco es chido”, le dice el Navo a la banda “soy el rey de la cacofonía”. Cuando el lector se encuentra con las páginas de Al contado debe valorar el ejercicio de la crónica de lo cotidiano. La sensación de ansiedad y tedio, de identificación con circunstancias tan distantes y aproximadas por el ejercicio narrativo, son las características que vuelven su lectura algo íntimo, a la vez de que logra acertar en la característica más compleja de todas, la sencillez.
Ahora le corresponde a la comunidad la labor de la alternancia. Las generaciones de los 80´s y 90´s vivimos con los avances tecnológicos y tan pronto como nos maravillamos, nos aburrimos. Contribuir a medios alternativos de distracción, como la literatura y el arte, lleva a refinar el sentido del placer, provocando la búsqueda de la exquisitez. Privilegio para un pueblo rico que se reencuentra en sus propias manifestaciones culturales.

jueves, 1 de octubre de 2009

2 de octubre ¿no se olvida?

El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
2 de octubre ¿no se olvida?

Hace ya cuarenta y un años que en la ciudad de México, el gobierno movilizó a sus Instituciones represivas (¿A alguien le recuerda la actual situación que en el norte de país se vive?) en contra de la vulnerabilidad física de un movimiento estudiantil, que exigía mayores libertades, las que por cierto, ponía al país a la altura de Instituciones Académicas de países del primer mundo.
El desacertado sistema educativo de la nación se refugió en el gobierno, ante su imposibilidad de negociar salidas que permitieran, mediante el uso de la razón, crear alternativas que satisficieran las demandas legítimas de los jóvenes.
El acto represivo que se sucedió el 2 de octubre en la Plaza de las tres culturas, no fue solamente una forma de aplacar la denuncia social para el cumplimiento de demandas que elevaran la calidad de vida, hacia la dignidad material e intelectual, sino un precedente para futuras generaciones de los alcances que dichas instituciones poseían, al momento de dirigirse al origen del mismo estado que los volvía opresores, el pueblo. Parece que dicho ejemplo ha servido a muchos hombres de poder para aplacar con la fuerza, a quienes les rebasan con inteligencia y organización.
¿Cuántos han desistido en la lucha colectiva de la memoria por no repetir los errores del pasado? Parece que hay un momento, aquel en que nos incrustamos en la figura de la funcionalidad laboral-social, en que no permitir las aberraciones futuras de gobiernos, sin solvencia moral, ni ética, deja de ser importante. Se convierten en adoradores de un Dios que el mismo sistema de gobierno ha exaltado: El dinero.
Dejan de preocuparse porque los gobiernos y las oligarquías que reinan en nuestro “libre” país, buscan imponer su idea del control con elementos represivos, bajo el mismo control del Estado. Los llaman guardianes del orden, si me preguntan, insisto en que son guardianes de su propio orden, por supuesto.
El dos de octubre conmemora el inicio de la lucha por las libertades intelectuales y académicas, por la universalidad del conocimiento y el derecho de todos a buscarlo, que de ser aprovechadas por completo en su función, darían el vuelco a los aparatos del Estado a la funcionalidad, armonía y prosperidad social, a fin de cuentas, los valores de convivencia bajo los que decidimos establecernos como sociedad.
¿Pero qué pasa cuando en las secundarias, preparatorias y menos perdonable aún, las mismas universidades, catalizadores de la juventud, opacan ideas de libertad y conciencia, con su apatía? Sobreviene el olvido.
El olvido conduce a la enajenación y la enajenación es una forma de control moderna que se ejerce mediante aparatos de represión mental, que si bien no ataca violentamente de forma física, condiciona a conductas de bajo perfil, sin propuestas ni acciones, tal y como a las oligarquías, conviene para facilitar la explotación de la fuerza de trabajo.
Hoy los que conmemoran al movimiento estudiantil de 1968, tratan de contagiar con sus acciones una conducta disconforme con los planteamientos oficialistas. Sin mayor apoyo que el de amistades afines, los distintos eventos que enmarcarán esta fecha, se dirigen a impulsar ideales sociales que, más que inconformidad, dan eco a un pensamiento crítico, que se ejerce sin permiso ni grandes aparatos de difusión.
Dos de octubre, no se olvida.