jueves, 30 de junio de 2011

Rodulfo Figueroa. El padre de la poesía en Chiapas

Gabriel Velázquez Toledo
El Liróforo
Rodulfo Figueroa. El padre de la poesía en Chiapas
Durante el siglo pasado, la figura del insigne vate cintalapaneco, ha sido reverenciada por todos los escritores de la entidad, coincidiendo en su posición privilegiada dentro del canon literario regional.
Para el año 1866, en que nación en una finca llamada Santiago (hoy fragmentada en terrenos ejidales y a la que le sobrevive aún la fachada de la iglesia y el casco en ruinas de la antigua casona) el valle de Cintalapa era uno de los más prósperos en el estado. La actividad ganadera a la par de la explotación del añil y la riqueza agrícola, y la situación cuasifeudal de las tierras en la región, permitieron la búsqueda de determinados privilegios para los hijos de ricos hacendados. Es así como Rodulfo Figueroa termina sus estudios de Medicina en Guatemala, habiendo conocido previamente los círculos literarios de la ciudades de México y Toluca, contaminándose de una fervorosa actividad poética a la par de sus estudios profesionales, gusto que conservaría por el resto de su vida.
Una profunda afección del médico, quien además de traducir textos en inglés y francés para sus contemporáneos de la escuela de medicina, ganó la medalla al mérito del concurso convocado por el gobierno de la república de Guatemala para la propagación de la vacuna. Genialidad que solamente pudo verse interrumpida por la afección de un mal congénito. Desde pequeño sufrió afecciones que no le permitieron desarrollarse en otros medios más proclives a su genio, sin embargo tuvo la fortuna de llegar a la que en aquellos momentos era una meca cultural en Centroamérica. El desarrollo de su poesía vio eco en diversos medios impresos, hasta que para 1890, su poema en tres cantos Olvido vio a luz en aquel país vecino, dotándole de un prestigio como hombre de letras.
Su regreso a las tierras Chiapanecas, se debe en buena medida a la afectación médica que sufría desde niño. Los malestares cada vez se agravaron, al punto de llevarle a estar postrado por días enteros en su cama. Los últimos años del poeta, coinciden con su más ferviente labor humanista como médico de la región, además de la creación más significativa del bardo.
Un par de años después de su muerte (1899, finca “Santiago” mpio. de Cintalapa de Figueroa) apareció un poemario titulado Poesías con el sello de hnos. Escobar editores, el contacto con ellos lo habría formulado en los círculos bohemios en Guatemala, donde gustó al impresor y le llevó hasta Ciudad Juárez, Chihuahua. Significativamente su obra fue publicada con mucha constancia en periódicos, antologías y colecciones durante el siglo XX. Por eso se le considera el iniciador del movimiento poético en Chiapas, y a pesar de que llevaría más de 20 años para que una nueva generación de escritores prestigiosos, brillara, volviéndose un movimiento poético significativo, al grado de que en los anales de la historia chiapaneca, al día de hoy, contamos con un gran número de escritores, que han dado para la compilación de 3 tomos de la Bio-bibliografía de escritores Chiapanecos de Octavio Gordillo.
¿Por qué un escritor tan prestigiado no es publicado con más consistencia en su propio Estado? Verdad es que su obra se ve opacada por los escritores de la capital del país, a quienes se vanagloria como los elegidos y más grandes exponentes de sus movimientos de vanguardia, cuando simplemente gozaban de los medios para propagar su obra. Además poco se ha ocupado la crítica literaria regional de este fenómeno.
Debemos enfrentar la realidad de que los programas editoriales locales, responden a necesidades culturales politizadas, pocas son las alternativas que en su labor lleven la pureza de compartir a la sociedad las joyas de su gloria, en canto de sus escritores. Cuando la justa medianía en ambas tendencias (la crítica y la editorial) se alcance, entonces veremos llegar publicaciones de prestigio, con análisis dignos de nuestros grandes autores y cercanos al público.

jueves, 16 de junio de 2011

Alfonso Reyes. Oración del 9 de febrero

Gabriel Velázquez Toledo
El Liróforo
Alfonso Reyes. Oración del 9 de febrero

Aunque la obra de Reyes es popularmente conocida, en particular la Oración del 9 de febrero se ha caracterizado por un halo de misticismo, que el mismo Reyes depositó debido a la necesidad confesional de resarcir la relación con su padre y compaginar sus acciones e ideas, con la formación del escritor: “Es difícil bajar a la zona más temblorosa de nuestros pudores y respetos”. Quizá el sentimiento íntimo de Reyes fue demasiado reservado. Un día su familia encontró dicho texto y lo publicó después de su muerte. Quizá Reyes simplemente no sentía la necesidad de redimir en lo social, lo que dentro de su conciencia había logrado con su escrito y por eso no había querido publicarlo. Sin embargo este Reyes intimista, reservó póstumamente un ejemplo de pureza emocional y literaria, pocas veces alcanzada.
“Hace 17 años murió mi padre”. En el mismo sentido que lo religioso, la oración para Reyes es redimir sus sentimientos con respecto de su padre, de quien el 9 de febrero celebraría el 17 aniversario de su muerte. La plegaria que eleva a la conciencia de su padre logra que el autor pueda sentirse satisfecho de resarcir su relación emocional con su progenitor, y no sólo eso, lo exime de sus acciones y lo transforma en un héroe “la popularidad del héroe cundía”, justifica ese poco amor que sentía recibir, con la creación de una leyenda.
Reyes se encuentra en una encrucijada, Huerta le está solicitando que le ayude como su secretario particular, la conciencia de la traición y la muerte de su padre los lleva a una situación muy precaria. A eso se suma que tiene una esposa e hijo a cuestas. Aun así prefiere evadir la responsabilidad que quieren imputarle y mantener su conciencia tranquila por hacer lo ético.
Dentro de la obra uno se puede encontrar con personajes históricos a los que trata con respeto, está Villa que quizá pudo cruzarse con su padre, y le atribuye una despedida novelesca, equiparándolo con “el Tigre de Alica, el otro estratega natural que ha producido nuestro suelo, mezcla también de hazañero y facineroso”. La visión de Reyes nos recuerda un testimonio de quien vivió la revolución sufriendo sus estragos, pero sin conocerla a fondo.
El texto es biográfico y se refiere a pasajes de la vida de su padre, lo demuestra la familiaridad con que trata al lector, como a alguien cercano que puede asomarse en su intimidad y gozar de ella. “Pero hemos entrado en su biblioteca y esto significa que el caballo ha sido desensillado”.
Narra escenas producto de un sentimiento de deuda, trata de encontrar una conciliación con ese padre que le negó su afecto como parte de una formación que más tarde encontraría en Reyes el pretexto perfecto para volverse parte de una confesión. Expresiones como “Al calor de este amor se fue templando el nuevo espíritu.” es muestra de las capacidades del autor de poder introducirnos en su nostalgia, en su memoria, aunque en buena medida tome la biografía de su padre y la mezcle con la suya “Lloro porque la injusticia con que se anuló a sí propia aquella noble vida” como el pretexto para expresar sus emociones.
Lo importante de descubrir tan humano a un escritor canónico de nuestro tiempo. es sin duda un aliento para aquellos que tratan de alcanzar metas grandes, pues en esa humanidad pueden encontrar el reflejo de su propia voluntad.
Comentarios: elliroforo@gmail.com

jueves, 9 de junio de 2011

La Tormenta. José Vasconcelos

El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
La Tormenta. José Vasconcelos

Vasconcelos es representado, dentro de los anales de la historia, como un indispensable filósofo y reformador de los programas educativos, transformándolos en populares. Artífice de la consolidación de instituciones educativas, su aportación social más grande, fue el amplio panorama que generó en el pensamiento de la época. El compromiso adquirido durante su participación en la revolución, le transformó en un hombre de acciones, intuitivo y obtuso para con algunas discrepancias de apreciación con personajes históricos como Villa. Su paso por el Ateneo de México, le dio la oportunidad de moldear sus ideales, así como delimitar las amplias ramas de acción, por las que se daría el desenlace en su vida política.
Si bien Vasconcelos en ningún momento consideró literatura sus ejercicios narrativos, el material que moldeó al respecto de sus vivencias más importantes en 4 libros autobiográficos, dejó un testimonio histórico de aquellos años muy importante. Escribe de lo que vivió, tanto en la revolución como en sus posteriores vivencias políticas e intelectuales: “¡Pobre México! El pulso de su tragedia inenarrable nos despertó una noche a horas avanzadas con fuertes golpes en la puerta del zaguán de nuestro palacio de ocho días”. Su ejercicio se enfoca a la narración de acciones, a las que atribuyó valores simbólicos, tanto en su proceso de aprendizaje, como en sus decisiones personales y su posterior desenlace. La historia que trata a través de sus memorias, es un acercamiento, en buena medida, a hechos históricos reales, las cuales sufren una configuración de su sentido, por la afinidades ideológicas, que no se exentan de posicionamientos ideológicos, mediante los que perfila su visión de los hechos.
La firmeza de las convicciones de Vasconcelos, en un medio político corrompido por la voracidad del dinero y poder, rápidamente le hizo darse cuenta de la valía que sus ideas tenían para el futuro y consolidación del país. La convicción de sus actos e ideas, le llevaron a las más grandes esferas políticas, desde donde intentó la formulación de distintas propuestas, que lo llevaron a la creación de un proyecto de nación. Sin embargo su nacionalismo, que se refleja a lo largo de su vida, “un instinto defensivo de la nacionalidad nos unía a Manuel Rivas ya mi. Pertenecía Rivas, lo mismo que yo, a la clase media profesional que inventa, posee y administra los tesoros de la cultura en todas sus latitudes”, terminará convirtiéndose en lo que años más tarde lo llevará a la desgracia, víctima de un fraude electoral cuando buscó ser presidente. Sus principales contrastes se encontraban en su mismo pensamiento, que construido al amparo de una ideología rapaz, a lo que se acostumbró a combatir, le volvió desconfiado a los hijos de la revolución, que finalmente terminarían por traicionarlo.
Para 1929, la política del país sufría un nuevo reviro. La derrota política de quien había resultad ganador en las elecciones presidenciales, destruyó la mítica ilusión de una democracia en el país. Instituciones que el mismo Vasconcelos creó, terminaron por legitimar el gobierno de su opositor. El desconsuelo, la traición, el odio y la vuelta a los valores tradicionalistas, a manera de reclamo, por no obtener aquello por lo que había luchado, terminaron por envolverlo.
El momento de su posterior transformación ideológica se dio como producto de este mismo desencanto. La apuesta por una vida idílica, dio de frente con una realidad en que los intereses personales estaban por encima de los del país. Su nuevo ejercicio se transformaría en una crítica social constante, desde su polarización a lo opuesto de sus valores, allegándose a la moral y la religión.
Es por eso que el estilo autobiográfico con que Vasconcelos trata sus memorias, privilegian las acciones como símbolos de una realidad, de los que se desprenden tanto críticas, como valoraciones personales, que reviran acerca de una racionalización. Sus memorias, no exentas de humor como cuando en Ulises Criollo, don Tobías diserta acerca de las afecciones sobre los diafragmas en los músicos que tocan instrumentos de viento, cuando a quien ausculta toca la tambora. Aún a pesar de esto, sus convicciones, su arrebatado estilo desenfrenado, su crítica mordaz y su fuerza narrativa, lo hacen un excelente narrador, que usa sus memorias como un pretexto para magnificarse con su estilo.
Comentarios: elliroforo@gmail.com

jueves, 2 de junio de 2011

Martín Luis Guzmán. Tránsito sereno de Porfirio Díaz

Gabriel Velázquez Toledo
El Liróforo
Martín Luis Guzmán. Tránsito sereno de Porfirio Díaz

Es impresionante el profesionalismo con que uno de sus más grandes opositores ideológicos, que renegó de su formación y aplaudió las causas revolucionarias, recrea a quien sin duda representa su más grande y aborrecible enemigo. No por eso pierde el estido, al contrario el autor se permite la construcción del personaje de Porfirio Díaz a través de elementos que rodean su concepción, no lo describe, lo insinúa. Por ejemplo la narración arranca situando a Díaz en medio de su entorno familiar, humanizando al dictador “volvió entonces a París todo el pequeño núcleo de la familia”. Aquí el autor dirige el foco de la atención al candor con que su personaje devela ciertos rasgos de su carácter “un día a la semana su distracción eran los nietos, a quienes profesaba un cariño profundo, si bien un poco reservado y estoico”.
Evidentemente su afecto hacia lo familiar contrasta con su imagen de duro militar y dictador, imagen que inclusive puede interpretarse como empatía del autor con el personaje verdadero, lo que en realidad es muy poco posible, dado las tendencias ideológicas de Guzmán, quien era indudablemente villista.
Sin embargo el autor nos devela más rasgos del personaje mediante acciones “Todas las mañanas, entre nueve y diez, salía a cumplir el rito de su ejercicio cotidiano, que era un paseo, largo y sin pausas, bajo los bellísimos árboles de la avenida”. Valiéndose de estos elementos podemos dimensionar las características con que nos presenta a su personaje, logrando con esto tener que emitir una particular opinión acerca de este. Hombre de costumbres y disciplina. Esta es la imagen que le es útil, pues rasgos del personaje se señalan con este pretexto “cuantos lo admiraban advertían, más que el punto de distinción, el aire de dominio de aquel anciano que llevaba el bastón no para apoyarse, sino para aparecer más erguido”, y remata la imagen con la composición del objeto que se vuelve él mismo “porque siempre usaba su bastón de alma de hierro y puño de oro, tan pesado que los amigos solían sorprenderse de que lo llevara “es mi arma defensiva, contestaba sonriente y un poco irónico”.
No se permite mostrar debilidad, en buena medida su condición militar permite inferir algunos supuestos que por referencia se las atribuye, como la inflexión, que el autor matiza, anteponiendo el ente filial “En esto su juicio era determinante”. Su postura ideológica contribuye a continuar dibujando los caracteres del personaje, por ejemplo su mesura y el reconocimiento de las atenciones de países como Francia, Inglaterra y Alemania, lo que justifica su ausencia en el debate político de la época y su conducta moderada, por eso el autor lo hace hablar de México, que le transforma, profundizando pensamientos que dibujan con mayor precisión ciertos rasgos “será un buen mexicano –decía- quien quiera que logre la prosperidad y la paz de México. Pero el peligro está en el yanqui que nos acecha”.
Las posturas particulares del personaje, acrecientan los elementos que propician el impacto buscado por el autor. Se aleja un poco de la escena, deja que el personaje tenga entresueños, busca un retrato realista y deja pinceladas y detalles interesantes “sólo un suceso le merecía juicios en voz alta: el crimen de Victoriano Huerta. Lacónico, lo declaraba execrable; y concluía luego, para no dar tiempo a más amplias opiniones: ¡pobre Félix!
Poco a poco la naturaleza del personaje se desquebraja, alcanza un clímax en la enfermedad que nos lo muestra decrépito, inútil, humano. “el pedía que le trajeran a los nietos y que los tuvieran jugando por allí: eso no lo cansaba”. El juego de Azuela se basa en la humanización del dictador, lo humaniza tanto que le vuelve frágil, susceptible a la muerte, y acaba con esto el momento álgido del detrimento personal del poderoso enemigo y dictador Porfirio Díaz.
Comentarios: elliroforo@gmail.com