jueves, 29 de septiembre de 2011

dos de octubre

El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Dos de octubre

Ante el desolador panorama social que nos circunda, violencia y decadencia moral, la sociedad ha olvidado que este país, ante el sometimiento, en este momento castrense, ha impuesto el pensamiento progresista, ante España la independencia y con esto la garantía de la libertad, a Francia la Reforma y con ello la conquista de la individualidad, a Díaz la Revolución y la democracia, conduciéndonos al libre pensamiento y a la apertura al conocimiento.
Y fue esto último lo que nos legó a la UNAM, institución que a la vanguardia del pensamiento liberal, ha conseguido los más importantes logros académicos del país. Sin embargo es una víctima de aquel sangriento 1968, cuando miles de estudiantes fueron sistemáticamente reprimidos, con la finalidad de exterminar un movimiento que exigía una mayor calidad educativa.
El acto represivo de la Plaza de las tres culturas, no fue solamente una forma de aplacar la denuncia estudiantil y social, que exigía el cumplimiento de demandas que elevaran la calidad de vida hacia la dignidad material e intelectual, sino un precedente para futuras generaciones de los alcances que dichas instituciones podían alcanzar, al momento de dirigirse al origen del mismo estado, que los facultó como gobernantes y no opresores, el pueblo. Parece que dicho ejemplo ha servido a hombres de poder para aplacar con la fuerza, a quienes les rebasan con inteligencia y organización como sucedió con Días Ordaz.
Los fatales resultados son de sobra conocidos para todos aquellos que han tenido la curiosidad de observar en los testimonios que guarda la historia. Por mucho tiempo, la bandera de aquella sangrienta represión del 2 de octubre del 68, se llevó desde entonces en la mente de todos los estudiantes, que a lo largo de las décadas siguientes lograrían con su lucha, la transformación de la educación. Tradición que hasta hace pocos años aún se tenía en las universidades públicas, como homenaje a aquel fastuoso acontecimiento que nos legó una dirección en la búsqueda impetuosa del conocimiento.
Y no se trata de que los jóvenes salgan a la calle a demostrar con actos de vandalismo que están molestos con la sociedad, por la eterna resistencia de las generaciones al cambio. Tampoco de provocar un odio irreconciliable con el sistema, para desestabilizar el aparato gubernativo o lograr un cúmulo político radicalizado, con que presionar a autoridades para “negociar”.
El 2 de octubre nos debe recordar nuestra libertad para alcanzar ideales. Es una forma de manifestar a la sociedad que cuenta con el respaldo de su juventud, que acude a las aulas en busca de una profesionalización de sus actitudes, con la mira en el progreso. Y no faltarán los grupos de artistas independientes, colectivos culturales e iniciativas individuales que nos recuerden que hace más de 40 años hubo un episodio en Tlatelolco tratando de contagiar con acciones una conducta crítica a los planteamientos oficialistas. Los distintos eventos que enmarcarán esta fecha se dirigen a impulsar ideales sociales que, más que inconformidad, dan eco a un pensamiento crítico, que se ejerce sin permiso, recordando que no debemos olvidar, para impedir que algún día algo parecido se repita.

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