jueves, 27 de octubre de 2011

Un concierto de Marimba

El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Concierto de marimba

El sábado pasado acudí a la presentación de un disco en el teatro de la ciudad. “Es para niños y viene una muy buena cantante que los apoya”. Me gustó la idea, en especial porque llevo muchos años acudiendo a las presentaciones del grupo musical que cada vez tenía una sorpresa para sus espectadores, uno de sus miembros volvía de un doctorado en música de Europa, la sorpresa de adaptar algún canto tradicional en una maravillosa fusión con el jazz o cualquier guiño que con esfuerzo y buen humor mostraba sus dotes con los bolillos de la marimba.
Así que fui con muchas ganas. Un buen escritor había sumado esfuerzos para dirigir las energías a los niños y llamaba mi atención que incluyeran cantos de diversos tipos y todo prometía un buen espectáculo.
Con retraso pero vinieron los agradecimientos y las presentaciones ¿oficiales? Tras hacernos esperar a los que puntualmente nos presentamos a tiempo, con el respeto que el artista merece cuando muestra su obra en un gra recinto, no se nos devolvió la cortesía sino hasta una hora más tarde.
El inicio fue con pompa y alegría, pero con poco entusiasmo. Más con la sensación de que había mucho de planeación pero un poco más de improvisación. Conforme fueron avanzando, el espectáculo denotaba unas ganas por presentar más de lo que su agrado les permitía. Seguramente más de uno no se sentía conforme, un sonido mal calibrado, irrupciones en el escenario pobremente practicadas y una falta de espíritu.
Quienes estábamos acostumbrados a ver un espectáculo de sonidos y combinaciones, descubrimos rostros serenos, impecables ejecuciones pero un cansancio resentido que cubría con su manto el ambiente. Todo fue sencillo, apenas lo mínimo indispensable para satisfacer a un público, pero evidentemente no a los mismos artistas.
Y probablemente algunos piensen que no se trata de tener contentos a todos. Pero el que no crea que después de dedicar toda una vida de estudios a la ejecución de diversos instrumentos musicales, merece insentivos para formular propuestas didactico-pedagógicas de identidad, a cambio de un mínimo esfuerzo, evidentemente está en un error.
Así es como sale a la luz una serie de obviedades que no pueden continuar, en una ciudad que presume de tener lo mejor y son: una escuela de dirección de escena y actores profesionales, una juventud que ejecute impecablemente el arte de la danza contemporánea, la dirección de artistas propositivos que hagan cobrar un significado influyente en las conciencias, aprovechando al máximo la oportunidad de un escenario. Ojalá que simplemente haya sido una mala noche, porque la mecanización del trabajo destruye la creatividad.
Apostarle a la profesionalización de los artistas, deportistas, directores y gestores, asegura espectáculos de gran calidad y de fácil acceso para todos. Somos una sociedad que crece rápidamente, tiene el internet como herramienta de acceso a la globalidad y ver cualquier cantidad de cosas que satisfacen su curiosidad. ¿Porqué no insentivar que esto se dé también aquí?

jueves, 20 de octubre de 2011

Garufa vos sos un caso perdido....

El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Garufa vos sos un caso perdido…

Y aún no me hago a la idea de que el escritor con más amigos escritores en Tuxtla Gutiérrez, Cintalapa, Tolán y sus alrededores, decidió guardar por un tiempo la pluma.
Seguramente ya se encontró con el Quincho y platican de lo mal que escriben los jóvenes porque ya no saben beber bien, y de leer ya ni se diga, porque “qué esperar de quien no pueden escribir bien ni un mensajito de celular”.
La última vez que lo vi, permanecía impasible, con una sonrisa que denotaba su optimismo porque las cosas saldrían mejor. Nada podía ser peor.
Muchos nos enteramos tarde. Don Cenizo se retiró, sin avisos ni parafernalia. Simplemente no volveremos a oírlo contar cuentos, con esa maestría de viejo lobo de mar que sabía cuando modular su voz para mantener al espectador en el filo, que si ya conoces la forma en que el Dandy Pérez perdió en su debut como boxeador, o de cuando se enfrentó en enero con el Perico Gámez, y ninguno de los dos ganó.
Como Homero, inmortalizó a su pueblo con el sabor de quien supo contemplar la vida. En más de una ocasión nos decía que no estuviéramos perdiendo el tiempo escuchando historias, porque ya vendrían los tiempos de contarlas “Pero primero hay que vivirlas”.
Cuando le conté que también quería ser escritor me dijo “a ver onta lo que escribes”. Me dio vergüenza, me las aguanté y le di mi libreta con pendejadas y desaciertos de estudiante. Se rió un poco, la cerró y se dio la vuelta. Volvió con Don Cenizo y Doce Más, un libro viejo que no había reeditado en aquel entonces, me leyó un par de historias, reímos y luego arremetió “vas mejor que cuando yo empecé”.
Ese era Ulises Mandujano, el inmortal Che Garufas, comandante en jefe de los bolonautas y gerente de conocido nosocomio que luchaba por liberar a sus parroquianos del estrés, la tristeza y la depresión, aquel que no temía compartir sus escritos porque, me dijo también una vez, “la única forma de ser bueno es siendo humilde y recibiendo las críticas de los lectores”.
Generaciones de artistas que emergían desde sus más extrañas fortalezas, fueron a despedirle. Más de uno pensó que lo apropiado era despedirle con aplausos, decirle que seguiremos encontrándolo en las historias que nos legó y que es el momento de volverse leyenda.
De mientras Che no te llevas nada porque nos dejaste todo en tus historias, que ahora circulan de mano en mano, hasta volverte una figura de culto, igual que Joaquín, igual que Rodulfo; que los jóvenes querrán conocer, porque no todos los días se pudo conocer a un escritor de los buenos, menos que viviera en esta ciudad, en que nunca pasa nada, y que no tuviera la pose engreída del “artista”.
Gracias don Ulises, fue un honor aprender de usted.