jueves, 20 de diciembre de 2012

La dichosa manía de comprar

Vivir en un sistema económico “liberal”, permite que todo aquel que tiene a su disposición un recurso extra, pueda adquirir ciertas herramientas que, en teoría, deberían facilitarle la vida. Sin embargo, cuando un pueblo no ha sido educado con valores de responsabilidad y ahorro, suele darse que no prevé las consecuencias de adquirir nuevas cosas, usufructuando tarjetas y créditos que engañan al consumidor con sus trampas de espejismos de bajos costos, que terminará produciendo un déficit en la economía personal, pues estos créditos se acumulan en una espiral de consumo que se agrava cuando los precios de todo aumentan, y no así los salarios. Esta es una de tantas conductas adictivas que adquirimos a lo largo de nuestra vida. Los corporativos tecnológicos han sabido explotar la dependencia psicológica de los consumidores, quienes crean una necesidad de adquirir las “novedades”, aunque en lo sustancial siguen siendo las mismas herramientas con diseños diversos. El mejor ejemplo lo podemos encontrar en los smartphones, que han producido en las grandes ciudades, un fenómeno de consumismo desmedido, pues las personas son capaces de endeudarse 2 o 3 veces al año, con tal de tener lo último en la telefonía celular, aunque solo utilicen un par de las herramientas que dichos teléfonos inteligentes poseen. Otro ejemplo de esto se da en los videojuegos y las computadoras, que mantienen cautivos a los jóvenes, quienes desean este tipo de cosas para alcanzar ciertos estatus. En nuestro Estado hemos visto un crecimiento, a pasos agigantados, en la construcción de grandes tiendas de supermercado, que han destruido la endeble economía popular, baste citar que el nuevo Chedraui, que se construye en el libramiento norte, está solo a una calle del mercado del norte ¿quién sufrirá más con esta megaconstrucción? Y ni hablar de los cientos de Oxxo´s y Aurreras que se han creado, de todos tamaños, por la ciudad. ¿Realmente es una necesidad imperante en la sociedad o simples negocios de la camarilla que domina la política local y pretende sacar los recursos para regodearse de ellos en sus mansiones? Es perceptible que los intereses de los grandes corporativos han puesto sus ojos en la riqueza de nuestro estado. Las empresas canadienses explotan la minería local con mínimas ganancias para las poblaciones, el corporativo Wallmart, aquel mismo que el periódico norteamericano Wall Street Journal ha exhibido en sus prácticas corruptas para que gobiernos locales les permitieran abrir tiendas como la que a unos pasos de Teotihuacán pusieron. La cultura de la comida chatarra es otro ejemplo de nuestra desmedida manía por adquirir productos, somos el segundo país con sobrepeso en el mundo, debajo de nuestros vecinos del norte. Hemos caído en el juego de permitirnos tener acercamientos a las novedades, que como espejitos, nos traen desde países como India y China. Lo que aquí se produce no tiene ningún atractivo porque no viene acompañado de una imagen y una estrategia de mercado, lo que nos hace percibir que no tiene “calidad”. Las necesidades básicas dejaron de ser lo más importante cuando vamos al súper, porque debemos de pasar por una infinidad de pasillos antes de llegar a lo que en realidad necesitamos, lo que seduce a cualquier comprador que tiene las posibilidades de adquirir productos con un buen crédito. El progreso, según nuestros gobernantes, se debe medir por las novedades que llegan a una ciudad, traducido en el lujo y suntuosidad con que se puede disfrazar un servicio y no por el nivel de seguridad social, económica y política que un pueblo necesita para cultivarse.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Anarquía

En el siglo XIX, los grupos anarquistas de Europa pretendieron desestabilizar a los gobiernos de las naciones, bajo ideales que involucraban una máxima libertad y el rompimiento de la obediencia hacia la burguesía, lo que consideraban la esclavitud moderna, para así llegar a la instauración de un sistema social que pretendía subsistir sin tener una figura de autoridad, mismas que, argumentaban, estaban creadas para el beneficio de algunos cuantos. El pasado primero de diciembre, los grandes medios de comunicación hicieron eco de la existencia de cédulas que en el cerco del palacio legislativo de San Lázaro, pretendían evitar la consumación del acto constitucional que se estaba realizando en ese momento. Las imágenes muestran a jóvenes tomados de la mano realizando su protesta de manera pacífica. Contingentes de sindicalistas se sumaron a las protestas, así como grupos de personas que mostraban su simpatía manifestando su apoyo de diversas formas. Del otro lado de la cerca, grupos de jóvenes con palos, piedras y cadenas, irrumpieron en la escena, captados por los centenares de cámaras, agrediendo a las fuerzas públicas, sin recibir una respuesta. Esta llegó minutos después de que los disturbios habían terminado. Sin embargo, dato curioso, la confusión entre vandalismo y anarquismo se dio en los medios de comunicación como parte de la línea que los mismos granaderos confiesan deben impedir, de tal forma que terminaron volviéndose la misma cosa. Todo aquel joven que se atreviera a manifestar verbalmente su indignación, por la forma en que actuaron las fuerzas del orden público, fueron detenidos arbitrariamente. Los provocadores desaparecieron con la misma facilidad con que llegaron, los estudiantes, hoy, pagan el precio. Los gobiernos, opresores por naturaleza cuando de perder intereses de quienes les apoyan para llegar a su puesto se trata, no dudaron en utilizar los recursos al alcance, el uso de las fuerzas policiacas contra el pueblo y la dudosa aparición de civiles que con los característicos cortes de cabello de estas instituciones, se agruparon para detener a ciudadanos y romper con las protestas legítimas que una parte de la sociedad, sumamente inconforme con la forma en que desde hace muchos años se instaura por la fuerza el sistema de gobierno, estaba manifestando. La supuesta aparición de grupos que pretende desestabilizar la paz social, fueron el pretexto ideal para el uso excesivo de la fuerza, la represión y el autoritarismo, que cerró el ciclo de un gobierno caracterizado por la intolerancia, pero que dio inicio a otro, con los indicios de un maquiavelismo y falta de escrúpulos, equiparables a los peores tiempos del viejo régimen. Solamente la educación de la sociedad puede propiciar un cambio real. Los valores deben sostenerse en la conciencia de las personas para poder enfrentar los nuevos retos de la administración pública. El futuro demanda que se de un cambio de las figuras que controlan el sistema, de tal forma que se eviten las figuras heroicas que presumen, vienen a salvar al status quo. Las conciencias de los jóvenes rechazan a la autoridad, porque la imagen les representa todo lo que desprecian, pues tienen claro que los altos valores que unifican a la sociedad, como la comunidad de intereses, han sido depuestos por los de las élites. Serán ellos los que tengan en sus manos el futuro, el estudio dará los argumentos y las nuevas herramientas tecnológicas aportarán las evidencias necesarias que propicien los cambios necesarios. No es una anarquía, es la búsqueda de la libertad.

Las Fiestas Saturnalias

Las Fiestas paganas que en la antigua Roma fueron llamadas Saturnalias, fueron importantes festividades declaradas en honor a Saturno, Dios de la agricultura, en algunas ocasiones eran también fiestas decretadas al triunfo importante de un general romano que demostrara al mundo la fuerza del impero. Estas fiestas llegaron a cobrar tanta popularidad, que se conocieron como las fiestas de los esclavos, ya que estos recibían raciones extras de comida, tiempo libre y otras prebendas y favores de sus amos durante 7 días. Se celebraban del 17 al 23 de diciembre, a la luz de velas y antorchas, por el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo, que también dieron en llamar el nacimiento del Sol Invictus, el 25 de diciembre, en el solsticio de invierno. Es importante anotar que las religiones solares, como lo fue la romana y en general las que en occidente se fundaron, consagran muchas festividades al inicio y fin de los trabajos del campo, como ofrenda al orden rector que les había permitido dominar el arte de la agricultura. Poco a poco las formas se refinaron, gracias a la estabilidad de la agricultura, que permitió tiempo libres, dedicado al ocio y la contemplación, que propiciaron un incremento en las ideas. Los jóvenes agruparon fuerzas que sometían a otros pueblos, creando una diferencia entre los jóvenes, criados para ser guerreros, poseedores de la fuerza y el ímpetu, y los ancianos, que se agrupaban para compartir el conocimiento que poseían y resguardarlo. Así se dio origen al sacerdocio, los sabios atribuyeron formas simbólicas a ese conocimiento, con la intención de que perdurase, hasta transformarse en una tradición que se vulgarizó en los usos comunes del pueblo. Los sacerdotes veneraron al sol, dador de la vida que permitía el progreso de la sociedad. El mito del nacimiento de la nueva vida, la primavera, después de un periodo de oscuridad, el invierno, se consagró en los mitos de los pueblos, como una forma de inmortalizar su conocimiento astronómico y el comportamiento de la naturaleza en las diversas fases de las estaciones del año. Eran días de bulliciosas diversiones, banquetes e intercambio de regalos. Las fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo de Saturno (en principio el dios más importante para los romanos, hasta Júpiter), al pie de la colina del Capitolio, la zona más sagrada de Roma, seguido de un banquete público. Los romanos asociaron a Saturno el dios prehelénico Crono. Posteriormente, la consagración de ceremonias dirigidas al nacimiento del Sol y su nuevo período de luz, fueron sustituidos por la Iglesia Cristiana. Gradualmente las costumbres paganas fueron asimiladas finalmente por la fiesta que hoy en día se conoce como el Día de Navidad, que aún conserva algunos de sus rasgos más representativos.