El Liróforo.
Gabriel Velázquez Toledo.
Las buenas costumbres; matrimonio entre homosexuales.
Un comportamiento socialmente aceptable, implica someter a la opinión pública, las acciones o ideas de un individuo, para que, con parámetros indistintamente preestablecidos, sin ningún concierto lógico o racional, se le someta a un juicio, del que las mayoría de las veces a de salir censurado por más de un pensamiento, que por su naturaleza se opone al del primero.
Tal uso del juicio, consagró en el pasado, instituciones que deliberadamente fueron creadas con la idea de mantener un régimen de conducta social, sometiendo con esto, a la naturaleza humana y su eventual ejercicio de la libertad, al criterio de un Juez desconocido, ajeno completamente a cualquier circunstancia fuera de su contexto y estableciendo un régimen moral, que perdura aún en nuestras épocas.
Éste régimen se basa en la imposición de una postura social, en la cual se debe someter a la voluntad de quienes a conveniencia, manipulan las pasiones humanas, con tal de recibir un beneficio.
México lentamente ha venido saliendo de un esquema de pensamiento retrógrado, reflejo de una condición educativa nimia, que poco a poco se ha ido degradando, sin presuponer con ello que el machismo y el pensamiento derrotista que hemos heredado culturalmente, se elimine.
Si bien ciertos sectores aún son incapaces de permitir que el sometimiento a juicio “social” de algunas costumbres, que pequeños grupos practican, tiene que ver con una necesidad de encontrar una justificiación racional para cada uno de los actos que realizamos cotidianamente. Desafortunadamente para ellos, los grupos represivos ya no se encuentran a su servicio. Las costumbres “extrañas” de ciertos grupos sociales, se han ido socializando, mostrándose a la luz pública, realizando únicamente berrinches públicos que los muestran como puritanos e intolerantes.
Una de estas prácticas, que recientemente ha recibido el desprecio de círculos sociales intolerantes a perspectivas ideológicas que se permiten desentender de los eternos dogmas sociales, este es el derecho al ejercicio responsable de la sexualidad.
Los gay´s u homosexuales, han alcanzado uno de sus más grandes triunfos, al conseguir que las normas socio-políticas, les concedan el derecho de convivir dentro de los parámetros legales del Distrito Federal. Es decir, por ley, su unión ahora se reconoce, permitiendo con esto, el beneficio de ciertos privilegios, no sólo económicos o asistenciales, sino de principios, como el de ejercer su derecho a conformar una familia.
Concederles la razón a quienes creen que la homosexualidad es una perversión o una enfermedad mental, significa caer en el juego de la intolerancia; pues dicha institución (la familia) se ha encontrado en un grave detrimento, al tener como ejemplo de conducta, la exhibición de las costumbres de una clase política, que proyecta únicamente la búsqueda de intereses perfectamente definidos, lo que implica la necesidad de una convivencia entre normas y valores encontrados.
La comunidad lésbico-gay, celebra jubilosamente dicho reconocimiento, más debe lamentar profundamente la actitud antiprogresista de muchas instituciones, que al amparo de la impunidad, arremeten contra lo establecido en las leyes civiles del DF., tal como hemos sido testigos en los medios de comunicación.
La idea de una identidad común entre personas del mismo sexo, se ha conjurado a lo largo de la historia humana, esperemos que los avances civilizados y humanísticos que sensiblemente se han establecido ya, y que tan lentamente hemos alcanzado, sostengan en su interior la imperiosa necesidad social del progreso y la búsqueda de la felicidad, respetando profundamente los instrumentos que para ello, utiliza cada ser humano.
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