El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Algunos apuntes sobre la evolución del teatro en México durante el siglo XX
2ª parte
En la primera parte de este estudio dimos cuenta de las condiciones sociales bajo las cuales el teatro mexicano se representó en el siglo pasado. A continuación se presentará el desarrolló del teatro mexicano, según las características particulares de algunos autores y sus respectivas piezas, para lo que se realizará una breve descripción de los valores que dichas obras presentan, la forma en que se fueron realizando las rupturas, tanto en la temática, que creció de una preocupación particular, al conflicto universal de las emociones, de la forma convencional del teatro isabelino y sus formas canónicas de representación, a la experimentación de las dimensiones del espacio, la constante de propiciar un clima de reflexión, enfocando su crítica a la convivencia social y la decadencia de los valores.
En las primeras décadas del siglo XX la sociedad mexicana ve en el teatro el reflejo de lo que supone es la situación que hay en el país, el clima de descomposición se retrata desde su posición, con escenarios costumbristas y manifestaciones que pueden ser el vivo retrato social. La verosimilitud de los diálogos aún no se busca como un valor dramático, no es importante cómo se expresa, únicamente el significado. Los personajes son fuertes, estereotipados, gozan de emotividad, pues es lo que conduce sus acciones. El actor en su forma de conducirse ante las acciones depende de las estructuras familiares anticuadas, dirigido a la protección de los derechos, pero con una conciencia que lleva más allá del límite aceptado por la burguesía, pues transgrede su confort con una castigo humano, demasiado humano, descendencia bastarda, que humilla su condición burguesa y mancha el honor de una familia, justo en el momento en que el país es un caos, Gamboa denuncia este comportamiento y castiga a los culpables. El desafío del dramaturgo está pues en la anécdota, denuncia a la sociedad de su momento por su falta de empatía, y corrige desde la intelectualidad.
Esto propicia que más adelante se logre el vuelco de la atención de los dramaturgos a la intimidad. El régimen se inicia y necesita de una identidad. Los valores de la revolución peligran, pues no gozan de un fuerte sostén en la conciencia de la época, por el contrario, se ha devaluado la credibilidad del régimen político y debe reconstruirse.
Para Julio Jiménez Rueda, los cambios del momento son propicios para su propuesta. La tendencia del teatro se enfoca a un replanteamiento de los valores de la sociedad. Se nota por ejemplo en la construcción de los personajes de La silueta de humo, quienes tienen un toque más intimista, pero que dirigen su problemática a un sentido más universal. Su tema se enfoca a las emociones, lo que de inmediato sujeta la atención del espectador, quien se mantiene a la expectativa y que se vale de su propia experiencia para identificar la forma en que son el resto de las escenas y escenarios.
Hay un evidente contraste con los valores previos al régimen, puyes la tendencia de la individualización y los derechos, permiten una relajación de las costumbres morales, lo que se observa en las personajes prostitutas, que se muestran como algo cotidiano. Este valor de lo cotidiano se transforma también y vulgariza el sentido de lo censurado. El teatro se deja de ocupar de regionalismos contemporáneos, para empezar a divulgar la necesidad de expandir horizontes y ser realistas. La transformación del escenario es parte esencial en el refuerzo visual que se ha emprendido, ahora es la ciudad.
Los valores modernistas se incrustan en la degustación dramática, se incluye un lenguaje más próximo al de verdaderos representantes de la clase alta, por lo que se construye la verosimilitud de los diálogos como parte esencial de la puesta, y va más allá pues el autor decide jugar con los elementos del lenguaje y reforzar algunas frases con la intención de transformarlas en víctimas de su genio irónico.
Sin embargo el suceder del tiempo trajo otra vez acontecimientos políticos que volvieron al teatro una herramienta de la denuncia. La sutileza crítica de los mensajes, eran la forma principal de que se valían los dramaturgos para expresar su inconformidad con la situación social. Para el primer cuarto de siglo en México, los valores de la revolución han causado un profundo vacío. La máscara bajo la que el régimen se disfraza como institución, es sostenida con violencia y engaños. Rodolfo Usigli con El gesticulador, propuso un ejercicio más sagas de la potencialidad del teatro, llevándolo a la crítica política y social. Su lenguaje transforma cada una de las acciones, pues detrás de muchos de los diálogos se encuentran los guiños que el autor lanza al espectador, provocando su identificación con la problemática del momento. Además el lenguaje utilizado se presta a convertir el ambiente en creíble, pese a lo fantástico de la situación. Los valores que la sociedad debe de sustentar vuelven a ponerse a debate, pues la indignación es parte de la conciencia social. Los personajes son motivados en sus acciones por una búsqueda del sentido. Constantemente se ratifican en sus posturas morales, lo que los distancia, pues sabe que la realidad está corrompida por el poder.
En el siguiente número daremos cuenta de la forma en que los valores teatrales volvieron a evolucionar, esta vez con la fundación de las academias y carreras de teatro, que dieron por profesionalizar el ejercicio en el escenario y experimentar con las nuevas tendencias que surgían en Europa.
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