viernes, 5 de octubre de 2012
A cada quién su estilo
A cada quién su estilo
La búsqueda emprendida por un artista para direccionar su obra según sus necesidades profundas de expresión, da un conjunto de unidades peculiares, a las que se nombra estilo. En general es una palabra que constantemente utilizamos en nuestro lenguaje, sin embargo no todos entendemos lo que dicha palabra en realidad significa. Y no es que sea nuestra culpa, si en perspectiva observamos que ni los teóricos de la estilística saben ponerse de acuerdo en qué es lo que define a un artista. Quizá es el medio social, su filosofía, bagaje cultural y necesidades comunicativas, quizá son sus traumas de la infancia, problemas emocionales o sentimientos desvirtuados, perversiones, filias y fobias las que direccionan dichos rasgos, quizá lo es todo.
Cuando un artista logra concentrar en su esfuerzo una intensidad alta, ha sabido dar al traste con el primer elemento necesario para el arte, la sensibilidad. Cierto es que el ejercicio de la voluntad y la disciplina constante, conducen también a grandes resultados, pero nada que pueda llegar a considerarse como verdaderamente sobresaliente.
La mayoría de las veces una obra de arte, para ser considerada como tal, se ve subyugada al medio social y sus necesidades inmediatas. Esto otorga al arte un valor más que numerario o simplemente estético, lo vuelve un símbolo de la revolución mental. La complejidad simbólica es apreciada en tanto que sea contundente, provoque rupturas y abra los ojos a las masas, caso contrario cae en el opuesto, la prostitución de los altos valores en aras de sostener sociedades enajenadas, en los niveles de conformidad adecuados para que su manipulación continúe siendo relativamente sencilla.
Nuestra mente constantemente se somete a una saturación de imágenes y elementos informativos que la saturan, por eso los contenidos de los medios de comunicación masivos suelen ser digeridos. La era de la tecnología ha ahondado en este problema, es preferible la información inmediata, que ha sustituido casi por completo a la investigación profunda. El internet facilita a la sociedad estar informada, salvo que esta ha preferido el uso de los canales con los que se encuentra familiarizado, centrando su atención en un puñado de fuentes que aún controlan las preferencias de los consumidores, convirtiéndose en su público cautivo permanente.
Es justo pensar que cuando uno asiste al arte, se hace para encontrar una voz. Quizá conduzca por nuevos senderos, exprese una emoción o un sentimiento, o simplemente comparta una experiencia, el caso es que dicha búsqueda brinda la oportunidad de una reconfiguración de la realidad inmediata. Cuando el efecto poético-estilístico termina, el regreso a lo cotidiano transforma la experiencia en algo imprescindible, capaz de propiciar en la conciencia el espíritu de la libertad.
Este fenómeno se ha complicado en los artistas jóvenes, no leen, no investigan, no saben de las normas que pueden definir de forma original sus aspiraciones. Más aún aquellos rasgos que definirán una identidad. La crisis de valores ahonda en la relativa conciencia colectiva. Los rasgos esenciales de la creación son al unicidad, organicidad y la singularidad, aunque se deben de tener en cuenta los aspectos accidentales que envuelven a la obra, como son los factores ideológicos, sociales, históricos, lingüísticos, políticos, filosóficos, etcétera, pues son los elementos empáticos de los espectadores. El objeto del análisis de la crítica en este contexto es a partir de la propiedad de la misma obra, la búsqueda de lo poético, es decir aquello que hace de ellas una construcción artística, el sistema expresivo particular de cada obra en el que estribará su carácter estético.
Así podemos suponer que el estilo es la peculiaridad del artista, su originalidad expresiva –formal y significativa-, el uso especial y específico que hace de la lengua con que expresa su arte y que será producto de un sinfín de experiencias que necesariamente tienen que experimentarse para demostrar una madurez que cause empatías en las personas y con esto el germen de un pensamiento crítico que constantemente exija más y mejores obras, con el fin de producir un consumo inteligente.
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