El Liróforo.
Gabriel Velázquez Toledo
Mito, realidad y arte.
La psicología moderna, es la ciencia encargada del estudio de la mente y el inconsciente humano. El Doctor Carl Jung, uno de sus fundadores, nos muestra en El hombre y los símbolos (:2002) que “hay aspectos inconscientes de nuestra percepción de la realidad… cuando nuestros sentidos reaccionan ante fenómenos reales, son trasladados en cierto modo desde el reino de la realidad al de la mente… dentro se convierten en sucesos psíquicos”. Señala también que en ese momento surgen los símbolos en el pensamiento. Se trata de una actividad realizada desde nuestro inconsciente, como asevera Jung, pues la conjunción de valores sociales propicia la creación de un lenguaje común, regido por ciertas necesidades sociales.
La mayoría de las veces el artista otorga valores predeterminados a figuras, ya sean reales o abstractas, transformada en imágenes, que subsiste en el entorno social. El símbolo es así resultado o producto, y acaso causa, de nuestra percepción del mundo, sin que por ello deba suponerse que constituya una copia tangible de la realidad, ya que la atribución del significado en los rasgos principales y más sobresalientes de la realidad percibida, constituye la síntesis eficaz de la observación de los seres humanos.
Joseph Campbell, alumno de Jung, dice en su libro El héroe de las mil caras, psicoanálisis del mito, (1959) que: “la mente corta en forma radical con las actitudes y normas de vida del estado que se ha dejado atrás”(17). Su interrelación con el psicoanálisis se plantea de la siguiente forma “gran número de las imágenes y ceremonias rituales, corresponden a las que aparecen automáticamente en el sueño desde el momento en que el paciente psicoanalizado comienza a abandonar sus ideas fijas de la niñez y a avanzar en el futuro” (17).
Si partimos de la afirmación del mismo autor de que “siempre ha sido función primaria de la mitología y del rito el suplir los símbolos que hacen avanzar el espíritu humano, a fin de contrarrestar aquellas otras fantasías que tienden a atarlo al pasado” (Campbell:1959:18), podemos encontrar la relación directa que el mito posee con la literatura y el arte, convirtiéndose en el antecedente primigenio de cualquier manifestación cultural. Además se debe resaltar que esta experiencia se retoma constantemente para la consciencia y la didáctica social.
La mayoría de las personas, encuentran difícil el estudio profundo de los símbolos que se encuentran depositados en el entorno social, como dice Jung: “la consciencia se resiste a todo lo inconsciente y desconocido” esto es lo que desarrolla una especie de animadversión hacia las manifestaciones artísticas, producto de la manipulación del pensamiento con factores y actuantes, como la televisión y su síntesis de emociones, apreciables con un mínimo de ejercicio intelectual, que desarrolla un rechazo natural a la creatividad.
Los elementos reflejados en los actos artísticos, que se recrean del pensamiento, llevan al análisis consciente del hombre, de su comunidad, su pasado y sus símbolos. Los elementos que se vuelven motivador-transformador del aprendizaje inconsciente, se representan entonces como el examen de la relación del hombre con su propio inconsciente y su entorno. Poco a poco se transforma el pensamiento y se muestra la reestructuración de los valores, intereses y necesidades, que se encuentran en cualquier manifestación de arte.
Por otro lado la relación de los estudios profundos que propone Freud para el inconsciente humano, representa, dentro de la narrativa, una aproximación hermenéutica, que abre las posibilidades de la interpretación de conductas e ideas de un personaje, la relación de este con su generador, la del autor con la sociedad y consigo mismo, así como una infinidad de interrelaciones de las causas que llevan al acto voluntario de generar, todo esto gracias también al profundo conocimiento cultural que debe poseer el analista, pues dichas relaciones son develadas únicamente para los eruditos y académicos.
Una visión de este tipo, puede propiciar en aquel que siente una empatía por las manifestaciones artísticas, una inteligencia emocional mucho más ágil, pues el ejercicio constante de la interpretación conlleva siempre la sublimación de valores, y en cualquier lugar donde este nivel de contemplación se alcanza, goza de una constante paz, pues sus inquietudes existenciales, se satisfacen con la crítica. Para esto, por supuesto, es necesario el impulso a espacios que fomenten dichas fortalezas, pues su ejercicio individual, aunque muy redituable, no ayuda a fomentar las bases de una convivencia social apropiada.
Bibliografía:
Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras, psicoanálisis del mito. FCE. México-Buenos Aires. 1959.
Jung, Karl. El hombre y los símbolos. Cátedra. Barcelona. 2002.
viernes, 30 de abril de 2010
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