El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Rosario Castellanos. Sabiduría, amor y fraternidad.
Rosario Castellanos (1925-1974), oriunda de Comitán de Domínguez, insigne escritora e intelectual brillante de las letras en nuestro país, representa para la mayoría de los chiapanecos, una figura que correlaciona un esfuerzo perpetuo por la superación intelectual y la diseminación de los prejuicios que su entorno social tenía impuestos. Dedicó una extensa parte de su obra a la defensa del empoderamiento de las mujeres (buena parte de sus escritos, derivan de su acertado ejercicio de observación y crítica de las costumbres de su región, donde hizo incapie en la situación de las mujeres y de grupos vulnerables autóctonos) labor por la que es recordada como uno de los símbolos del feminismo latinoamericano, aunque ella no comulgara con este movimiento.
A nivel personal, sin embargo, su vida estuvo marcada por un matrimonio desastroso y continuas depresiones que la llevaron en más de una ocasión a ser ingresada a clínicas de salud.
Consideró a la poesía como "un intento de llegar a la raíz de los objetos" mediante la metáfora. Cada tema lo trataba ligado con lo cotidiano. Reflejó magníficamente el papel de la mujer en la sociedad de su tiempo, mediante una crítica permanente del enfoque sexista, ejemplificado en su cuento Lección de cocina: cocinar, callarse y obedecer al marido. Su obra de teatro El eterno femenino (1975), tiene carácter feminista, pues es la interacción de grandes personajes de la historia (Sor Juana, Teresa de Calcuta), con ella misma, es una traslación de la reflexión que mantuvo durante toda su obra, la Libertad para ejercer los derechos universales a la transición digna del papel igualitario que hoy en día las mujeres ejercen.
Constantemente son sus propios sentimientos los que se reflejan en sus escritos: en el cuento Primera revelación y la novela Balum Canan describe su experiencia de niña discriminada frente a su hermano; la novela Rito de iniciación, de connotaciones autobiográficas. se enfoca en los conflictos de una mujer que desea escapar de los prejuicios conservadores de la provincia y enfrentar la competencia profesional en la ciudad.
Pero lo más importante de Rosario Castellanos no está en su obra literaria. Su ejemplo de vida profesional, sin duda alguna, es el legado más grande que dejó a sus seguidores. En un país en el que aparentemente es necesario gozar de “favores” de políticos y dirigentes, para obtener un reconocimiento por una labor intelectual, una joven provinciana, se abrió paso con dedicación y tenacidad a lo que muchos considerarían el más osado de sus triunfos, imponerse como un talento, que con dedicación, esfuerzo y una gran fuerza de voluntad, se sobrepuso a los prejuicios de una sociedad que aparentemente no se encontraba aún preparada para recibir con tanta antelación a un talento femenino.
Enfrentarse al machismo de las letras, de la vida cotidiana y de su propia familia, le valió sin duda una de las experiencias más fortalecedoras de su quehacer. El apego a la disciplina, su decisión de ser escritora a pesar de todo y tomarlo como un oficio, le llevaron a decir que “me voy a esculpir aunque me cueste la vida”. Su notable voluntad para llegar a su meta le hacía decir cosas como "me amarraré a la silla a escribir escribir escribir, hasta q me haga poeta".
Su empatía fraterna por los pueblos indígenas, su convicción de la igualdad, que debía reinar entre la sociedad y a la que dirigió buena parte de su crítica, convirtieron en un acto de amor su esfuerzo educador y su imperiosa necesidad por ejemplificar el uso de la libertad para un empoderamiento productivo, la llevó a situarse a lado de grandes luminarias de la literatura como Ernesto Cardenal y Augusto Monterroso.
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