El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Nuestra (violenta) cultura
Hace pocos días tuve la oportunidad de asistir a una tocada de las que se organizan en salones de fiestas por los grupos musicales “underground” que existe en la ciudad. El ambiente era festivo cuando la primera banda empezó a sonar. Sin embargo algo curioso llamó mi atención, rostros desencajados que parecían la simple careta de un zombi, que se movían al compas de la música de forma autómata, sin siquiera comprender lo que a su alrededor se desataba.
El olor a solvente que despedían algunos, las pupilas dilatadas de otros más y la actitud autoritaria y violenta de los que en el centro del “slam” pretendían dominar el círculo de baile, propinando buenas golpizas a los que se les acercaban, ofreció el resto del espectáculo degradante de la juventud, que rodeada de descabezados, malos programas sociales, drogas, guerras institucionales tan ajenas a nuestra realidad inmediata y un sistema opresivo que juzga su cultura con todo el rigor de una generación que se ha hecho vieja, (suponiendo que sus valores son los correctos y por lo consiguiente los que deben imperar en ésta ciudad) me dejó la sensación de que la violencia también es una cultura.
Con esto no quiero referirme a los sacrificios aztecas, tan famosos y retorcidos por las descripciones de conquistadores ignorantes, ni a la necesidad pujante de realizar cambios sociales profundos con las armas, al respecto de la guerra de independencia, reforma y revolución, sino simplemente a una generación “ni-ni” que al igual que cualquier otra generación juvenil pasada, busca liberarse de ataduras y convencionalismos, con una actitud transgresora del orden establecido.
La falta de espacios regulados para dar cabida a cientos de jóvenes inconformes con un sistema, que en el mejor de los casos los niega e ignora, y en el peor de estos los reprime, sostiene el encono que justifica sus actos degradantes. No importa obnubilar la mente con solventes que queman el sistema respiratorio y altera la percepción de lo inmediato, distorsionándolo en una paranoia, porque hoy la “mona”, el “flexo” y todo aquello que “pone” por unos cuantos pesos, está de moda.
La violencia genera violencia. Políticas nacionales de transgresión a la individualidad, la criminalización de las actitudes de los jóvenes y la falta de comprensión de un problema social que se está presentando desde hace algunos años en todo el país, simplemente han creado una bomba de tiempo.
El desfogue que para estos jóvenes representa asistir a una tocada, bailar y expresarse, ha permitido canalizar buena parte de esta inconformidad. Pero me pregunto ¿Qué ha sucedido con los espacios abiertos en los que la regulación de un orden por grupos culturales puede transformar el ejercicio violento de la clandestinidad en una búsqueda por la armonía y la convivencia? Simplemente la falta de visión de algunos, ha sesgado espacios como el parque de la juventud, en el que desde hace un buen tiempo no se ven más actividades que la de computadoras conectadas a internet gratuito. O el auditorio que en una esquina del parque central, se encuentra abandonado desde hace mucho.
Es necesario fomentar políticas culturales que propicien ambientes diferentes en la juventud, así como dejar de criminalizar, por la simple apariencia y prejuicios personales, a promotores y espectadores de estos espectáculos, pues la juventud no está a la espera de cumplir con las expectativas de generaciones que le son completamente ajenas.
Tampoco la represión generará buenos resultados, pues si bien el consumo de estupefacientes ha ido en aumento entre la población juvenil, es más importante una solución real al problema que les atañe, pues la enfermedad no son las drogas, son solamente el síntoma de algo más profundo que tiene que ver con la desunión familiar, la falta de oportunidades y aceptación y en especial, con una falta de disposición por parte de la sociedad, gobierno y asociaciones de cualquier índole, para dar respuesta sensible a lo que está sucediendo actualmente.
Comentarios: elliroforo@gmail.com
jueves, 2 de septiembre de 2010
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