El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
La criminalización de la cultura
Uno de los negocios más rentables en el mundo de la comunicación es la radio. Cientos de automovilistas prefieren sintonizar una estación, para acompañar los trayectos que realizan y aminorar la tensión del flujo vehicular tan lento que hay en la ciudad, debido al sobrecupo de automóviles. El alto impacto que dicho medio representa en el ánimo social, no es equiparable al de ningún otro todavía, en especial cuando los requerimientos técnicos para su sintonía, no requieren de grandes gastos.
A últimas fechas, la eliminación, próxima, de las frecuencias de Amplitud Modulada (AM) se devela como parte de una estrategia de los grandes emporios radiofónicos, que buscan con esta medida terminar con la competencia de radiodifusoras locales y comunales, buscando obligarles a entrar en un mercado en el que los requerimientos técnicos son sumamente costosos y fuera del alcance de quienes no cuentan con el dinero para montar antenas y equipos sofisticados de emisión de ondas de Frecuencia Modulada (FM).
Como si esta medida, desproporcionada, en aras de la “modernidad” no fuera suficiente, la acción represiva de instituciones vinculadas a la procuración de justicia, han arremetido contra las emisoras religiosas y culturales que permanecen en el “clandestinaje”, sin que éstas apliquen un uso comercial al espacio que supuestamente “piratean”. Como es bien sabido los permisos para poder hacer un uso comercial, son sumamente engorrosos y burocráticos, creado para minorías que cuentan con los favores necesarios, como el que tengan un buen padrino para palanquear la venia de las autoridades, y así explotar el espectro radiofónico en la ciudad. Sino el trámite es simplemente un intento absurdo.
Este negocio se encuentra en manos de muy pocas familias, y aquellos que se atreven a presentar una alternativa programática son catalogados como delincuentes, aún cuando su propuesta se dirija a la difusión de alternativas socio-culturales.
En estas últimas semanas 3 radiodifusoras han sido víctimas de supuestos operativos, con la finalidad de desmantelarlas y sacarlas del aire. La Justificación es el agravio social, intentos de sedición y la provocación de ideas. El testimonio de quienes estuvieron presentes durante las redadas, aseguran que el uso de la fuerza fue desmedido, con un lenguaje soez y amenazas en contra de las personas que se encontraban en los inmuebles. Tratados como vulgares delincuentes, rebeldes, rojillos y no como comunicadores, sometidos con la fuerza e intimidados por las armas que los agentes procuradores de “justicia” portan para estos casos.
Me pregunto ¿es necesario el uso de la fuerza represiva para cumplir, con lo que sin duda alguna, es su deber? El diálogo es la virtud de las personas sabias que tienen la voluntad de resolver problemas, sin llegar a hacer gala de su “poder”. No podemos permanecer ciegos a este fenómeno, pues contemplar el uso de la fuerza en contra de personas que no se encuentran cometiendo perjuicio contra terceros, como algo “normal”, es otro síntoma más de esta grave enfermedad que nos convulsiona como país: la intolerancia. No olvidemos que la virtud sin la ciencia produce tontos y la ciencia sin la virtud produce tiranos. La justa medianía provoca un estado crítico en el que el debate, la libertad de expresión y las propuestas, comparten un espacio común, buscando el bienestar social y lo más importante: El progreso.
Comentarios: elliroforo@gmail.com
jueves, 14 de octubre de 2010
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