El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Fansin: rescoldo de la libertad de expresión.
A últimas fechas el cierre de periódicos, revistas, centros de radiodifusión y cualquier otro medio que no esté de acuerdo con las disposiciones oficiales del comercio de la información, no sorprende a nadie. Parece ser que la tendencia es hacer de la opinión un privilegio, pues aquel que no tiene una cercanía a aquellos que controlan los medios de comunicación, está destinado a permanecer en el rincón del silencio.
Afortunadamente para algunos, las tendencias de la globalización permiten que el acceso a las vías electrónicas de comunicación, y en especial el internet, sea una herramienta útil en esta búsqueda de la libertad de expresión. Sin embargo aún nos hacen falta algunos años para considerar en nuestro Estado, a dicho medio, como una alternativa eficaz de comunicación crítica. La contundencia de este medio llega poco a poco gracias a las redes sociales y al despertar crítico de los jóvenes, que deciden no permanecer con los dejos de información que las grandes cadenas nos presentan y buscar las versiones alternativas de esas mismas noticias, que en la red se muestran.
En otros tiempos los movimientos juveniles tenían medios de expresión alternativos, que surgían como parte de un compromiso ideológico personal. Los Fansines fueron en buena medida una de las herramientas más importantes de la difusión de valores contemporáneos. Derivada del ánimo fanático (fans) a las revistas (magazine) por parte de jóvenes, surgieron estas propuestas alternativas, que en un par de hojas (de imprenta o simples fotocopias), exponían aquellos elementos críticos y de opinión que consideraban no eran abarcados en estos ejercicios.
Hace no más de 5 años, en Tuxtla este movimiento era impulsado por jóvenes que hoy se encuentran consolidados en su búsqueda por definir un estilo literario (tal es el caso de Omar Gámez, Víctor Molina, Antonio Reyes, etc.). Los esfuerzos comunes de estudiantes por presentar en el medio social sus ideas e inquietudes, se ha visto reducido de forma significativa. La generación de lectores de “cinético marginal”, “sangre yugular”, “la jeringa” y un largo etcétera, se ha tenido que conformar con recurrir a los blogs, lamentando la ausencia de aquellos encuentros fortuitos, en las combis o los tuguchis, de aquellos textos que movían a una exploración ideológica diferente.
El campo de experimentación técnica e intelectual que era este medio, ha perdido una batalla más, cuando su principal centro de promoción y difusión, la facultad de Humanidades de la UNACH en donde se encuentran las carreras de literatura y ciencias de la comunicación, ha vetado la publicación en sus muros de estos esfuerzos, condicionándolos a una revisión y solicitud previa a las autoridades correspondientes.
Incentivar propuestas independientes de publicaciones, no significa estimular la clandestinidad ni el chisme, sino buscar que el cúmulo de futuros críticos, se aseguren una forma independiente de opinión, en que dirijan su ejercicio no a las masas, sino a sí mismos, obligándose a sostener una congruencia que va de su ideología a sus actos.
Creo que en buena medida la crisis que vivimos, de falta de revistas y material crítico especializado, se debe a que no ha sido promovida una cultura de valores dignos de la sociedad en que vivimos, que aún se sustenta en su pasado. Ahora somos una sociedad cosmopolita, nos guste o no, y el fomento de medios alternativos crea las bases para transformar algo que nos es de suma vitalidad, la promoción del ejercicio autocrítico.
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