Gabriel Velázquez Toledo
El Liróforo
Bartolomé no está solo.
La violencia volvió a llegar al corazón del alma de nuestra sociedad. Uno de los más grandes escritores de poesía que hay en el país y al que se profesa una devoción especial por los recursos con que recita sus versos, fue agredido la madrugada del jueves, so pretexto de la búsqueda de armas en su domicilio de la ciudad de México, por lo que se montó un operativo de cateo en el que Efraín Bartolomé, vivió en carne propia lo que tantos mexicanos han sufrido en esta “guerra”, el abuso del poder castrense.
Hace algunos meses, otro poeta, víctima de esta “guerra”, lanzó un llamado a la sociedad civil en general y en particular a todos aquellos que han sufrido en carne propia los horrores de ser, involuntariamente, parte de esta política de estado. El resultado, un movimiento civil que ha logrado posicionar su planteamiento en las cúpulas partidistas, ejercicio que se pudiera creer imposible hace algunos años.
Para quienes conocemos de Efraín, sabemos que sus prácticas espirituales le hacen intachable, repulsa la violencia y clama por la fuerza de la fraternidad. Y a pesar de todo esto, cuando se encontró en medio de la noche en la paz que sobreviene a la tormenta, se preguntó si estaba solo.
Y no lo está. El clamor de miles de escritores se ha sumado a la exigencia de paz. El clamor de víctimas e inocentes que ven con horror y descontento lo que sucede en las calles, se suma a la exigencia de paz. Y la paz necesita voluntad para cambiar.
¿Por qué negarse a una reevaluación de los valores del perfil con que se aborda esta lucha? Servir a intereses de vecinos incómodos, han revelado que en buena medida las acciones que se han venido desarrollando tienen un sesgo de hipocresía. Existen intereses y eso vuelve mezquino cualquier ejercicio que trata de legitimar un poder, alardeando del despliegue y alcance que sus estructuras castrenses pueden alcanzar. Sembrando de paso el terror en los ciudadanos, quienes paralelamente son testigos impotentes de la forma en que la sociedad se humilla por miedo.
No guerras, no armas. Los ideales sublimes de una nación se construyen con la educación del pueblo, quien con las herramientas necesarias, sabrá labrarse un futuro. No necesitamos autómatas, necesitamos que vuelvan las humanidades al campo ideológico de los jóvenes, que nunca se debió permitir que las “autoridades educativas” suprimieran en beneficio de su botín de ignorancia. Necesitamos aprender a leer, a buscar, a generar, necesitamos el goce sublime del pensamiento, necesitamos verdadera voluntad para progresar.
Esta madrugada atentaron desde el poder, con la ignorancia, como ciegos, no contra el arte ni contra las letras, sino contra un inocente, como otros cientos, miles que han arrojado las cifras de esta debacle. De no ser así, tendríamos que preguntarnos qué sucede ¿labor de inteligencia? ¿Eliminación sistemática del pensamiento subversivo cultural? ¿Colombianización? En esta época, solo un iluso no podría quedarse con la duda.
jueves, 11 de agosto de 2011
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