El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Matsuo Basho y los Haikus.
Los Haikus son formas poéticas japonesas que tienen una muy fuerte influencia del pensamiento Zen. Creado por los monjes Budistas, es el reflejo de la experiencia espiritual que busca construir imágenes concretas a través de actos poéticos que tienen como fin transmitir una armonía al espacio perceptivo estético.
Según Roland Barthes “los sueños son Haikus”. La definición de las pequeñas imágenes que se desarrollan en el inconsciente cuando dormimos, encaja perfectamente con la intención Zen de reflejar en sus meditaciones, instantes repletos de sentido armónico, demostrando el resultado de la búsqueda ontológica. La vida tiene sentido cuando el ejercicio de la observación vuelve al ser humano hiperconsciente de su entorno.
El desarrollo del lenguaje es una muestra de que el entendimiento humano se ha sometido a la percepción simbólica. El ejercicio de la escritura no es más que el traslado de dichos símbolos a un lenguaje simplificado en sus formas. Las afirmaciones de Karl Yun sobre que “la percepción de la realidad viene filtrada por las categorías de nuestro mundo simbólico”, apertura un mundo de posibilidades para la interpretación de estos.
Los Haikus tienen en su forma, una consistencia que hace pensar en lenguajes primitivos. Elementos como la intuición, son ampliamente rescatados en este ejercicio poético, en que el mundo metafórico está transformado por la sensibilidad del autor. Por el contrario el Waka es una forma poética mucho más literaria que se centra en la belleza estética de la lírica, su contenido es mucho más temporal y explicativas, dejando al ejercicio de la interpretación un espacio mucho más limitado.
Matsuo Basho (1644-1694) Es considerado como el mayor poeta de Haiku en Japón y por lo consiguiente en el mundo. Curiosamente se educó como samurái, lo que conllevo a una educación fuertemente influida por la figura de Confusio, que ejercía una influencia muy grande en el pensamiento de la época. En 1681 conoció al maestro Zen Bucho, de quien recibió la iniciación a la sabiduría Zen. Basho (que en japonés significa plátano) dirigió sus meditaciones al mundo de la poesía, donde descubrió que esta era algo más que belleza, intelectualidad o moralidad.
Basho traslado al Haiku, como sucede con el pensamiento Zen, al centro de lo cotidiano, sin excluir nada de su campo. La poesía del aquí y del ahora, sin considerar dimensiones del tiempo, e insertando su temática en la indefinición de la simple apreciación. Este monje logró que el mensaje del amor y el contacto con la naturaleza que su filosofía predica, se incrustara definitivamente en esta forma poética.
Aunque en México autores como Octavio Paz hayan pretendido imitar el Haiku en su forma para canalizar sus necesidades estéticas, ciertamente no lograron trasladar la fuerza de estos ejercicios, quedando como simples imitaciones. Matsuo definió a los Haikus como “lo que está sucediendo en este lugar, en este momento” pues consideraba que “los versos de algunos poetas están excesivamente elaborados y pierden la naturalidad que proceden del corazón. Lo que viene del corazón es bueno, la retórica es innecesaria”.
Por último Roland Barthes consideró que los Haikus “son la base de la construcción de la novela moderna” obviamente que como ejercicio, mediante el cual, el escritor de ahora debe buscar la concatenación de frases cortas, que a su vez representan imágenes cortas, con que el ritmo y la claridad del mensaje llega de una forma menos superficial al lector, obligando con esto a elevar el nivel discursivo, pero en especial, transliterar la búsqueda estética.
Matsuo Basho. (1994) Haiku de las cuatro estaciones. Madrid. Edit. Miraguano.
jueves, 13 de agosto de 2009
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