El Liróforo.
Gabriel Velázquez Toledo.
Sobre la mala convivencia social.
El ser humano se deshumaniza cuando se encuentra en un medio social amplio. Tal es el caso de los conglomerados que las ciudades cosmopolitas albergan, en los cuales los niveles de violencia son, por lo general, muy altos. La sociedad se transforma de un refugio común para sobrevivir, a un hostil campo de convivencia forzada.
Pareciera que el contacto humano debe transformarnos -por la virtud que tenemos de poder utilizar la razón- en seres civilizados, conscientes de una responsabilidad en la convivencia social. Pero esto no es así, sino que ocurre el caso contrario, en el que el superávit de población, da pie a filias fuera de lo imaginable, que muestran el efecto de la intensificación del contacto humano, convirtiéndose en una degeneración paulatina.
La búsqueda de la individualidad está prohibida fuera de pequeños grupos en que íntimamente nos develamos, prohibida por un sentido oculto que no intentamos comprender porque se nos ha enseñado a seguirlo fielmente. Nos enseñan a vivir bajo principios de una doble moral que al crecer descubrimos y enfrentamos sin las herramientas necesarias, dejándonos absorber en la misma enajenación que criticamos. Para prueba, no dejamos de consumir los productos de las grandes empresas que, por medio de publicidad, se vuelven necesarios.
Hoy en día utilizamos el conocimiento, que se adquiere cada vez de forma más sencilla, con herramientas como el internet y las bibliotecas, para conducir nuestro propio deseo. Lo que no tiene nada de malo si se hace de forma responsable. Lamentablemente el hombre es por aprendizaje social, de excesos y doble moral. Los sistemas políticos enajenan el pensamiento popular, permitiendo que la religión se encargue del sometimiento y del criterio que debe regir la convivencia.
Nuestra sociedad ha concebido un valor simbólico a la soledad, convirtiéndola en un privilegio, pues le nombran la búsqueda. La conciliación del mundo y la sociedad, Dios y la moralidad, son la preconcepción ética religiosa que se impone de forma trágica a la creación misma del ser humano. Subestimado a propósito en su papel de criatura sometida a una voluntad mucho más poderosa, el hombre crea prejuicios a aquel que no se asemeje a él, rompiendo las normas más básicas de la convivencia, las del respeto.
Es obvio que la carga existencial, que nunca se sobresee del elemento social, es la reprobación de la ignorancia. En la historia de Frankenstein o Prometeo moderno de Mary Shelley, la criatura creada por Víctor Frankenstein para demostrarle a la sociedad el error en que vivían, censurando a la ciencia y perdiéndose de sus infinitas posibilidades, es víctima de una labor que se sitúa en él mismo; flanco de amenazas y reprobaciones que, emitidos de un juicio sin el mayor sustento ético, se relaciona con la hiperconciencia colectiva de la ignorancia de los valores. El monstruo es atacado por su aspecto, la conciencia de su individualidad, expuesta en sus cicatrices y deformidad, lo transforma en un fementido. Se vuelve enemigo de su enemigo, la sociedad y busca vengarse.
Hoy existe una búsqueda generalizada de la conciencia. Se trata de romper paradigmas, lo que causa un conflicto de intereses individuales. Nadie se ocupa de la convivencia, sólo del ser, y hasta que no se simplifique el sentido virtuoso de los principios que las religiones proponen, retomadas de tradiciones muy antiguas de armonía interna y externa, no dejaremos de encontrar en cada rincón del mundo, la mezquindad de la avaricia.
Dudas y comentarios: elliroforo@gmail.com
jueves, 27 de agosto de 2009
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Super tu pagina que chevere por lo que entiendes en convivencia social :) Me hiciste ganar la materia!
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