El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Concierto de marimba
El sábado pasado acudí a la presentación de un disco en el teatro de la ciudad. “Es para niños y viene una muy buena cantante que los apoya”. Me gustó la idea, en especial porque llevo muchos años acudiendo a las presentaciones del grupo musical que cada vez tenía una sorpresa para sus espectadores, uno de sus miembros volvía de un doctorado en música de Europa, la sorpresa de adaptar algún canto tradicional en una maravillosa fusión con el jazz o cualquier guiño que con esfuerzo y buen humor mostraba sus dotes con los bolillos de la marimba.
Así que fui con muchas ganas. Un buen escritor había sumado esfuerzos para dirigir las energías a los niños y llamaba mi atención que incluyeran cantos de diversos tipos y todo prometía un buen espectáculo.
Con retraso pero vinieron los agradecimientos y las presentaciones ¿oficiales? Tras hacernos esperar a los que puntualmente nos presentamos a tiempo, con el respeto que el artista merece cuando muestra su obra en un gra recinto, no se nos devolvió la cortesía sino hasta una hora más tarde.
El inicio fue con pompa y alegría, pero con poco entusiasmo. Más con la sensación de que había mucho de planeación pero un poco más de improvisación. Conforme fueron avanzando, el espectáculo denotaba unas ganas por presentar más de lo que su agrado les permitía. Seguramente más de uno no se sentía conforme, un sonido mal calibrado, irrupciones en el escenario pobremente practicadas y una falta de espíritu.
Quienes estábamos acostumbrados a ver un espectáculo de sonidos y combinaciones, descubrimos rostros serenos, impecables ejecuciones pero un cansancio resentido que cubría con su manto el ambiente. Todo fue sencillo, apenas lo mínimo indispensable para satisfacer a un público, pero evidentemente no a los mismos artistas.
Y probablemente algunos piensen que no se trata de tener contentos a todos. Pero el que no crea que después de dedicar toda una vida de estudios a la ejecución de diversos instrumentos musicales, merece insentivos para formular propuestas didactico-pedagógicas de identidad, a cambio de un mínimo esfuerzo, evidentemente está en un error.
Así es como sale a la luz una serie de obviedades que no pueden continuar, en una ciudad que presume de tener lo mejor y son: una escuela de dirección de escena y actores profesionales, una juventud que ejecute impecablemente el arte de la danza contemporánea, la dirección de artistas propositivos que hagan cobrar un significado influyente en las conciencias, aprovechando al máximo la oportunidad de un escenario. Ojalá que simplemente haya sido una mala noche, porque la mecanización del trabajo destruye la creatividad.
Apostarle a la profesionalización de los artistas, deportistas, directores y gestores, asegura espectáculos de gran calidad y de fácil acceso para todos. Somos una sociedad que crece rápidamente, tiene el internet como herramienta de acceso a la globalidad y ver cualquier cantidad de cosas que satisfacen su curiosidad. ¿Porqué no insentivar que esto se dé también aquí?
jueves, 27 de octubre de 2011
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