jueves, 11 de abril de 2013
Dicotomía de la temporalidad
Hace algunos días me encontraba en una conferencia académica en donde, como usualmente se hace en ese tipo de eventos, los estudiantes fueron acarreados para asistir forzadamente a actualizar sus conocimientos con los puntos de vista de un especialista. En pocas palabras diría su maestro “es por su bien”. Me retiré por un momento de la conferencia para salir del salón y al volver pude notar que el lugar estaba a reventar, cientos de jóvenes apretados y de pie, recargados contra los muros y con cara de aburrimiento.
La panorámica era inmejorable. Me atreveré a decir que un 80% de los asistentes navegaban por internet desde sus teléfonos móviles, se podía percibir un halo luminoso que procedía de cientos de pequeñas pantallas encendidas, mientras en el frente un interlocutor proyectaba diapositivas que leía, como si el resto de los asistentes no pudieran hacerlo por sí mismos.
A veces en el transporte público se puede observar el mismo fenómeno, mientras el tiempo transcurre, los jóvenes han aprendido a interactuar virtualmente, aislarse de toda relación personal y percepción auditiva, por el uso de audífonos, y ponerse a convivir con otros muchachos.
Lo curioso es que de alguna manera hemos alcanzado a vivir en dos realidades. La adicción a las redes sociales es un fenómeno que se ha propagado mundialmente. En ocasiones no saber las últimas actualizaciones del Facebook origina ansiedad en los adolescentes. Treinta minutos de recorrido en el transporte son suficiente tiempo para publicar un par de actualizaciones estado, fotografías y videos musicales y hasta participar de discusiones grupales criticando alguna imagen.
La realidad que cuenta para los jóvenes es la que transcurre en las redes, no la que está pasando fuera de sus pantallas. Para ellos lo importante es encontrar la forma de ser un referente, ganar popularidad y exhibir algo, lo más parecido a un talento, que le gane reconocimiento. La alteración espacio tiempo es visto como algo normal, que debe ser prioritario para todos, no como una dependencia adictiva de una experiencia que brinda la sensación de singularidad y utilidad ontológica, esto es, satisface su aguda necesidad de sentido.
A la par de generar una conciencia humana, el internet está creando hábitos evasivos. Lo sucedido en la conferencia representa un reto actual para el conferencista, pues debe aprender a mantener la atención de un público que puede acceder a la información que se le está presentando de forma inmediata y simplificada, el mismo reto afrentan los maestros, funcionarios y cualquiera que quiera atreverse a expresar una opinión, pues es susceptible de ser analizado.
La capacidad para convivir en diversos estadios de lo real, es inherente a las juventudes que han aprendido a desdoblar su atención para poder convivir en las diversas facetas que componen sus vidas. El pensamiento moderno va de la mano con la inclusión de la tecnología como parte de las capacidades que los seres humanos deben de tener para afrontar el futuro. Por otra parte es evidente que se va perdiendo una sensibilidad para temas de otra naturaleza, por ejemplo el entendimiento social y conciencia colectiva. Es un fenómeno que aún alcanzará muchas otras facetas, pero de la que los adultos debemos tomar nota, pues poco a poco nos alejamos de las herramientas que nos permitirán subsistir en un medio cada vez más competitivo.
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