miércoles, 27 de abril de 2011

Renato Leduc

El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Renato Leduc. Desolemnizar el lenguaje

Como buena parte de los escritores post-revolucionarios, Renato Leduc hace de la historia de México un pretexto para el ejercicio narrativo. Se vale de la verosimilitud de los datos históricos para crear una atmósfera, que prepara con la intención de mostrar su versión de los hechos, con un estilo que raya en la crónica, se vale del periodismo para agilizar el transcurso de los acontecimientos que llevan como característica principal, una serie de afirmaciones, producto de su experiencia cercana: “el presidente Madero fue a la Revolución mexicana, lo que Kerinsky fue a la Revolución rusa, aunque con suerte y destinos más trágicos. Muerto él, convertido en apóstol, mártir, símbolo y bandera, estalló la verdadera revolución”.
Se puede observar cómo en esta afirmación, Leduc se vale además de la ironía, afirma con un juego humorista, lo que simplifica aún más el contenido de su propuesta narrativa, haciéndola accesible a todo público.
Es destacable su capacidad de conjugar periodismo y literatura, para el autor son elementos que se conjeturan con la finalidad de volver al periodismo un poco más crítico, lo vuelve sagaz: “el periodista político es el historiador de lo inmediato. Pero frecuentemente lo inmediato que no tiene vigencia más allá de veinticuatro horas… porque el material periodístico es la más de las veces –como alguna vez oí decir al maestro Vasconcelos- Fugaz y aún transitorio”. Sin embargo y a pesar del testimonio que ofrece sobre su labor periodística, se auto reprime, pues en realidad el lenguaje, estilo y valor de sus testimonios (por ejemplo sobre Reed), lo vuelven un autor referencial del momento histórico.
John Reed es para Leduc una de las influencias que con más intensidad y claridad, se perciben en el ejercicio periodístico, contundente, claro y preciso “de todos los grandes reportajes que conozco, que yo recuerde, sólo hay uno que en sesenta años de vigencia no ha perdido interés y sigue siendo actual, ejemplar e impresionante: Los diez días que conmovieron al mundo de John Reed”. “los diez días que conmovieron al mundo que –obvio es aclararlo- también a mi me conmovieron, tanto más que ya para entonces había abandonado mi viejo oficio de telegrafista, me iniciaba en la azarosa carrera periodística y andaba en busca de buenos modelos de reportaje en qué ilustrarme”.
Para su sorpresa, el autor era el mismo que años antes conociera en las filas de Villa, quien finalmente daría por convertirse en uno de los autores que más importancia tendría dentro de los testimonios sobre la revolución. Al respecto Leduc comenta que “El periodista francés Paul Nizan definió al cronista político como el historiador de lo inmediato. La definición es válida para el cronista, el corresponsal de guerra, etcétera… Los diez días que conmovieron al mundo y México insurgente, son historia, pero –si caben las comparaciones- puede decirse que el primero es Tácito y el segundo Suetorio”.
Otra de las herramientas que Leduc utiliza en su ejercicio narrativo, es la de des-solemnizar el lenguaje. Esto permite, como se dijo anteriormente de su humor, que sus textos estén al alcance del entendimiento de la gente en general, como documento minucioso y fehaciente y en especial sencillo. “durante los meses que convivió con los guerrilleros mexicanos, John Reed no solamente fue testigo y cronista, sino que también el actor de muchos de los sucesos que relata, y tan es así que en las páginas de México Insurgente, derramó la emoción, el humor y la gracia”.
Como crítico no deja de utilizar esta herramienta de destemplar el texto de sus elementos solemnes, su búsqueda popular del sentido que determinadas acciones cobran. “estalla a cada instante una penetrante sensibilidad literaria, una inefable emoción poética, una gracia indefinible y alegre, un travieso humor que no aparece ya en el severo”.

Comentarios: elliroforo@gmail.com

miércoles, 13 de abril de 2011

Alfonso Reyes. Pasado inmediato

Alfonso Reyes. Pasado inmediato

Reyes afirma tajantemente que la “revolución mexicana brotó de un impulso mucho más que de una idea. No fue planeada”. Ciertamente en su conformación, los grupo de intelectuales poco tuvieron que ver, a diferencia de las revoluciones rusa y la francesa, pues en ella “imperaba la circunstancia y no se columbraban los fines últimos”.
La revolución es respuesta de una sociedad progresista que buscó un cambio, la ruptura con el régimen era simplemente necesaria, aunque en el campo de las ideas “La inteligencia la acompaña, no la produce, a veces tan sólo la padece, mientras llegue el día que la ilumine”.
El ambiente estudiantil se pronunció por examinar por su cuenta aspectos que consideran de “urgente consideración” Reyes cree que ese ambiente claramente puede ser recordado con dos ejemplos, uno la Escuela Nacional Preparatoria que “sirve de común denominador en la base de todas las carreras liberales y es la única que abarca la doctrina educacional de la época”, y el otro es la Escuela Nacional de Jurisprudencia que Reyes define como “la punta aguda que se orientaba preferentemente a la vida pública”.
Los alumnos de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, llamados tribunos por el hecho de haber representado para el régimen un bastión, de donde todo aquel que tuviera facilidad de palabra hacia méritos para escaños en el congreso, en medio de una opinión pública que “esperaba todo de los abogados”, tuvo afortunadamente a bien el encontrarse con el Congreso Nacional de Estudiantes en que “los alumnos de todas las profesiones manifestaban por primera vez de un modo evidente que todos se sentían llamados a entenderse con los deberes públicos”. Los juristas “oratorios” no pudieron realizarse en las barricadas, pues “La revolución dejó atrás, con celeridad de cataclismos, las audacias de los letrados. Muy pronto prescindió de ellos. Empujaba por fuerzas reales y no verbales, fue tallando a golpes su ideología, bien lejana de lo que habían imaginado sus primeros profetas”.
Según Juan Peña, en México el positivismo “se había convertido en rutina pedagógica y perdía crédito a nuestros ojos”. Los nuevos vientos que llegaban de Europa, imprimían valores que llevaron a un rompimiento con el sistema caduco que el régimen se empeñara en sostener. El espíritu cientificista de los educadores de generaciones anteriores, era rechazado por su demagogia oratoria.
El ambiente literario y cultural de la época, era antecedido por acontecimientos de muchos matices, como la efervescencia contra Washington por parte de los universitarios, hasta el rompimiento con el sistema. “Con Gutiérrez Nájera quedaban abiertos los nuevos rumbos; su órgano era la revista Azul. Heredera de sus timbres la revista Moderna popularizó entre nosotros los modos de la poesía post-revolucionaria. Los escritores que despuntan en la primera revista, florecen ya en la segunda”.
La revista Savia Moderna congrega a la nueva generación de escritores, artistas e intelectuales, la manifestación contra el intento de refundar la revista Azul. La sociedad de conferencias surgió del movimiento estudiantil que se levantó para que la revista Azul pudiera continuar su “sueño inviolado”. “Fundamos la sociedad de conferencias para tener trato directo con los públicos para hablar con ellos. El primer ciclo se dio en el casino de Santa María. En cada sesión había un conferenciante y un poeta. Así fue extendiéndose nuestra acción por los barrios burgueses. Hubo de todo: metafísica y educación, pintura y poesía. El éxito fue franco”.
Posteriormente Antonio Caso, en el segundo ciclo de conferencias, definió la actitud de la gente joven frente a las doctrinas oficiales. La fundación del Ateneo de la juventud, marcó el hito en la historia de la literatura nacional.
Comentarios: elliroforo@gmail.com