jueves, 11 de junio de 2015

Slavoj Zizek 'Sobre la violencia'

Slavoj Zizek es un filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural de Eslovenia. Su obra integra fundamentalmente el psicoanálisis con el marxismo, y en ella destaca una tendencia a ejemplificar la teoría con la cultura popular. Utiliza la teoría psicoanalítica lacaniana como un arma para analizar la política internacional, considerando a la sociedad en su conjunto. En su libro Sobre la violencia (2009, edit. Paidós), se enfoca en lo que denomina violencia subjetiva, que identifica como sistemática y la define como aquella que es provocada por el Estado, la que origina indefensión e impotencia en los ciudadanos, por las condiciones precarias, el uso del lenguaje y la agresión que sus instituciones fomentan en los burócratas que denigran al ciudadano promedio, lo que repercute en terminar hartos reproduciéndola a su manera (físicamente), lo que transforma dicha violencia en objetiva, recrudeciendo una lucha que origina marginales, enemigos del estado y del establishment. Es así como lo expresa: “la violencia subjetiva es simplemente la parte más visible de un triunvirato que incluye también dos tipos objetivos de violencia. En primer lugar, hay una violencia «simbólica» encarnada en el lenguaje y sus formas, la que Heidegger llama nuestra «casa del ser»… esta violencia no se da sólo en los obvios casos de provocación y de relaciones de dominación social reproducidas en nuestras formas de discurso habituales; todavía hay una forma más primaria de violencia, que está relacionada con el lenguaje como tal, con su imposición de cierto universo de sentido. En segundo lugar, existe otra a la que llamo «sistémica», que son las consecuencias a menudo catastróficas del funcionamiento homogéneo de nuestros sistemas económico y político.” El sistema político y económico, tan agresivo en nuestros tiempos, privativo de lo ‘bueno’ y lo ‘malo’, lidera los cánones del status quo, que la mayoría de las veces es ofensivo por su imposibilidad de ser alcanzado. Las constantes señales de violencia son actos de crimen y terror, disturbios civiles, conflictos internacionales que son seleccionados por empresas noticiosas para provocar efectos en sus consumidores, es decir manipulan sus sentimientos (razón por la que nos ofende que agredan a una revista como Charlie Ebdo y no que mueran miles de personas en medio oriente por grupos fundamentalistas). Por eso Zizek nos invita a distanciarnos, para ver más allá de lo evidente, el trasfondo y por eso debemos “apartarnos del señuelo fascinante de esta violencia «subjetiva», directamente visible, practicada por un agente que podemos identificar al instante. Necesitamos percibir los contornos del trasfondo que generan tales arrebatos. Distanciarnos nos permitirá identificar una violencia que sostenga nuestros esfuerzos para luchar contra ella y promover la tolerancia”. Aquí la cuestión está en que las violencias subjetiva y objetiva no pueden percibirse desde el mismo punto de vista, pues la violencia subjetiva se experimenta como tal en contraste con un fondo de nivel ‘cero’ de violencia y en un país como el nuestro es imposible por lo menos tratar de concebir las mejores condiciones para realizar un análisis. Es una perturbación del estado de cosas ‘normal’ y pacífico. Sin embargo, la violencia objetiva es precisamente la violencia inherente a este estado de cosas ‘normal’. El autor nos comenta que “La violencia objetiva es invisible puesto que sostiene la normalidad de nivel cero contra lo que percibimos como subjetivamente violento. La violencia sistémica es por tanto algo como la famosa «materia oscura» de la física, la contraparte de una (en exceso) visible violencia subjetiva.” El único que se beneficia con esto es el estado, las instituciones provocan niveles de violencia que explotan como una neurosis colectiva, con resultados como los que podemos observar en este momento (panorama al que nos hemos acostumbrado) con elementos de la fuerza pública resguardando a los comercios, radiodifusoras y demás oficinas privadas, que están encargados de generar los diversos tipos de violencia (económica, auditiva, visual, intelectual) a la que nos tienen acostumbrados. Comentarios elliroforo@gmail.com

jueves, 4 de junio de 2015

‘Para ser novelista’ de John Gardner

Para cualquier joven que pretende comenzar en el difícil arte de escribir, existen cientos de trampas que le desvían de su intención a la primera de cambios, como el supuesto de que para ser escritor hay que acercarse a los malos hábitos que escritores como Hemigway o Fitzgerald, por mencionar sólo un par de ejemplos, se pregona exaltaban sobre el consumo de alcohol, nada más falso, baste decir que Hemingway tuvo en Gertrude Stein, una de las más afamadas críticas de arte de su época, a una inigualable lectora que le sensibilizó sobre mejoras que debía emprender en su estilo. La gran mayoría asistirá a un taller en el que, si bien le va, el intercambio de opinión sobre sus ejercicios narrativos le permitirá irse dando cuenta de los errores que comete y el impacto que sus historias generan, esto cuando el tallerista tiene bases firmes sobre la teoría narrativa, caso contrario el riesgo de disipar el esfuerzo y desorientar el entusiasmo en torno a la adopción de técnicas literarias es muy grande. Sin embargo la idea de que la literatura, y el arte en general, dependen de un arranque de inspiración, está fuertemente arraigada, suponiendo que la verdadera obligación de un artista es crear obras maestras que impresionen a propios y extraños, nada más alejado de la realidad. El famoso escritor norteamericano Raymond Carver, en la introducción al libro Para ser novelista de John Gardner, a quien considerase su maestro, dice que “'Gardner tenía por principio básico el de que el escritor encontraba lo que quería decir en el continuo proceso de ver lo que había dicho. Y a ver de esta forma, o a ver con mayor claridad, se llegaba por medio de la revisión. Creía en la revisión, la revisión interminable; era algo muy serio para él y que consideraba vital para el escritor en cualquier etapa de su desarrollo como tal. Y nunca perdía la paciencia al releer la narración de un alumno, aunque la hubiera visto en cinco encarnaciones anteriores”. Los norteamericanos están convencidos de que el oficio de escritor puede ser aprendido, es por eso que fomentan la pedagogía de la narrativa, en la que se da una mayor importancia al reconocimiento de la forma correcta de escribir junto con la sensibilidad de poder captar escenas que provoquen la empatía del lector. Con más de una decena de premios Nobel en su haber, algo deben saber sobre el tema. Y es que a diferencia de los latinoamericanos, quienes han hecho valer su experiencia en el extranjero, principalmente en Europa, antes que su formación en sus propios países, los norteamericanos tienen toda una serie de talleres y cursos formales de la universidad que forjan a los nuevos valores en el difícil arte de la escritura. Uno de los notables escritores que realizó algunas obras al respecto fue John Gardner, quien dedicó parte de su obra a sentar las bases para que los jóvenes tuvieran el conocimiento con el que pudieran enfrentarse a los desalentadores inicios de una carrera que exige compromiso con uno mismo, pues los estándares de calidad son autoimpuestos. Entre Yourcenair, Borges o Faulkner y autores como Carlos Cuauhtémoc Sánchez o Isabel Allende hay un mundo de diferencia que radica en la meticulosidad con la que escriben, calculando efectos y contrastes, pero principalmente la capacidad de ser autocrítico.

Algo sobre novela neopoliciaca Latinoamérica

Edgar Allan Poe es considerado como el primer escritor que trató una historia de misterio utilizando a un detective, Dupín, quien resuelve un caso de asesinato, convirtiéndose de esta forma en el padre de un género que a un siglo y medio de distancia, se ha dividido en tantas vertientes como el culto por la violencia y la degradación así lo permiten: el género de la literatura de detectives. La novela negra, conocida como Noir, o bien Hardboiled en Estados Unidos, es la evolución contemporánea de aquellas antiguas novelas de detectives, tan característica de los Ingleses, quienes dejaron una serie de personajes icónicos de la mano de Conan Doyle, Chesterton y Agatha Christie. En el siglo XXI la violencia deviene en lugar común para la literatura, sobre todo la hispanoamericana, rodeada de acontecimientos violentos que encuadraron la segunda mitad del siglo XX (como las dictaduras militares y los intentos por organizar revoluciones que en más de una ocasión rindieron frutos). No obstante lo anterior la reflexión sobre la violencia no es reciente ni privativa de los contextos hispanoamericanos. Casi un siglo atrás en Inglaterra y Estados Unidos tuvo un boom al convertirse en una respuesta a la invasión capitalista y sus efectos sociales adversos. En Norteamérica la prohibición del consumo de Alcohol desató la andanada de grupos delictivos que se volvieron íconos gracias a personajes como Al Capone, lo que sugirió el nacimiento de un género (Pulp) que se permitía la descripción de esa vida oscura que contrastaba con el afamado sueño americano y que rompió con la fantasía de que el crimen era un fenómeno aislado, que a los buenos ciudadanos no tocaría nunca. Para ubicar conceptualmente a la violencia el filósofo Slavoj Žižek (Eslovenia-1949) hace un análisis sobre la diferencia entre la violencia subjetiva y la sistemática, la provocada por el Estado que origina indefensión e impotencia en los ciudadanos que terminan hartos reproduciéndola a su manera (físicamente), con lo cual se explica cómo manifestaciones estéticas como la literatura noir, pulp, el harboiled e incluso la narco novela, cuya crítica constante es su aparente ‘ligereza estilística, argumental y simbólica’, no son otra cosa que el reflejo de un sistema corrompido en sus procesos y las consecuencias sociales de ello. Los subgéneros de la narrativa latinoamericana, por lo menos los más frecuentes en las primeras décadas del siglo XXI, encuentran en lo neopoliciaco una vertiente que, sin censura, permiten el reflejo de lo que se ha venido presentando en estos países, con toda su crudeza (aún así difícilmente la ficción de dichas obras ha superado la realidad de países como México). Las características de la novela negra, la narrativa de fronteras y la denominada narco novela, utilizan marcos referenciales que se incrustan dentro de la denuncia social, los escenarios siempre son oscuros, la corrupción, la falta de escrúpulos y moral, la violencia y el crimen, se asocian a una realidad que se muestra en los medios de comunicación convencionales como fantasía, familiarizando a las personas con un fenómeno social que a lo mucho origina morbo entre los consumidores de noticias que no encuentran diferencia entre una matanza de estudiantes y el videojuego Call of duty. Ya no existen personajes súper dotados que son capaces de resolver cualquier misterio por medio de la lógica, antes bien son arquetipos del ciudadano promedio que por alguna desavenencia se encuentra en una encrucijada. Los autores de estos géneros ponen en tela de juicio la forma en que se desarrollan las actividades criminales impunemente, en estas obras tampoco serán encarcelados los delincuentes, los ricos serán despóticos, los políticos líderes de organizaciones criminales y el resto de los mortales sólo piezas del ajedrez que son removidas cuando terminan de ser útiles (¿Algún parecido con la realidad?). Algo tiene el género que grandes escritores como Borges y Chesterton guardaban una especial deferencia a los mismos, quizá esa sencillez, de la que ahora muchos autores (buenos y malos, prodigiosos y mediocres) se valen para ganarse un lugar en los anales de las librerías, que permite profundizar y familiarizarse con temas que por lo regular, simplemente nos parecen ajenos de la realidad en que vivimos.