viernes, 19 de marzo de 2010

Ciudad de Dios

El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Ciudad de Dios.

El estado anárquico en que nos encontramos inmersos, implica una nueva etapa en el sistema de convivencia social. Nuevos valores nos sujetan a una transformación radical. La violencia es cosa cotidiana, el instinto animal es satisfecho con el espectáculo de la sangre en las calles.
En últimas fechas el estado ha entrado en una total crisis histérica por el aumento radical en las manifestaciones, de represión o protesta, violentas, por parte de grupos delictivos organizados, quienes sufren el embate de una radicalización de la conducta del ejecutivo nacional, quien culpa al crimen organizado de los males de la nación, prioridad por la cual a últimas fechas, hemos atestiguado su postura correctiva.
Ciudad de Dios, una película brasileña de drama criminal del año 2002, dirigida por Fernando Meirelles y Kátia Lund, basada en una historia real, describe la cotidianidad de las “favelas”. Los mismos cinturones de miseria que se desbordan a lo largo y ancho del territorio nacional, cobijando una pobreza extrema, equiparable a las de tiempos tan antiguos como el romano bizantino o el medieval.
Las favelas son sitios en el que el tráfico de cocaína, los asesinatos, la delincuencia juvenil y el soborno policial son algo cotidiano; de igual forma retrata el patetismo sugerente con que las personas se conducen en su convivencia cotidiana. Aunque el argumento de la historia contiene una enseñanza sobre la conducta moral, lo cierto es que el
La guerra ha sido parte de la cultura popular por lo menos en los últimos dos siglos. Basta recordar que durante los últimos cincuenta años han surgido guerrillas populares, indígenas-campesinas y guerras de represión política y social por la seguridad del estado, contra pandilleros, contra estudiantes, contra secuestradores y ahora más que nunca, contra narcotraficantes.
No cabe duda que ejemplos humanos como el de Costa Rica, quienes poseen una de las democracias más consolidadas de América (único país de América Latina incluido en la lista de las 22 democracias más antiguas del mundo). Ganó reconocimiento mundial al abolir el ejército el 1º de diciembre de 1948.
Para un país que declara en su constitución su vocación pacifista, tiene un cuerpo de represión de primer orden. Lamentablemente, el empoderamiento fomenta el ejercicio absurdo de la fuerza bruta, el regreso al más primitivo de los instintos, el animal.
Desatar un estado de sitio permanente, en el que no se pueda ejercer posteriormente, la crítica ni la denuncia por cuestiones de “seguridad institucional”, semejante a la restricción de derechos ciudadanos que George Bush implementó en nuestro país vecino, significar nulificar el estado de derecho que tanta sangre ha costado construir.
Una purificación política, la degradación de la importancia y empoderamiento de “servidores públicos”, la educación, cultura y deporte, son una propuesta mucho más efectiva, que la permanente declaración de guerra contra todo lo que refiere o se significa como pobreza y miseria.
Quizá en una sociedad como la que vivimos, en que el poder adquisitivo ocupa una posición privilegiada, no se permita nunca que los grandes ideales de la convivencia social se impongan nuevamente, simplemente porque no satisfacen los intereses de los grandes manipuladores del fraude del consumo.
La evidente devaluación de principios y normas, sustituidas por la impunidad, el poder y la fuerza, traerá como desenlace, la evidente revuelta social, que hoy en día ha demostrado un ejercicio racional mucho más ejemplar que el del sistema, al tener en la manifestación pacífica, artística e inteligente, su mejor herramienta.

Las buenas costumbres; matrimonio entre homosexuales.

El Liróforo.
Gabriel Velázquez Toledo.
Las buenas costumbres; matrimonio entre homosexuales.

Un comportamiento socialmente aceptable, implica someter a la opinión pública, las acciones o ideas de un individuo, para que, con parámetros indistintamente preestablecidos, sin ningún concierto lógico o racional, se le someta a un juicio, del que las mayoría de las veces a de salir censurado por más de un pensamiento, que por su naturaleza se opone al del primero.
Tal uso del juicio, consagró en el pasado, instituciones que deliberadamente fueron creadas con la idea de mantener un régimen de conducta social, sometiendo con esto, a la naturaleza humana y su eventual ejercicio de la libertad, al criterio de un Juez desconocido, ajeno completamente a cualquier circunstancia fuera de su contexto y estableciendo un régimen moral, que perdura aún en nuestras épocas.
Éste régimen se basa en la imposición de una postura social, en la cual se debe someter a la voluntad de quienes a conveniencia, manipulan las pasiones humanas, con tal de recibir un beneficio.
México lentamente ha venido saliendo de un esquema de pensamiento retrógrado, reflejo de una condición educativa nimia, que poco a poco se ha ido degradando, sin presuponer con ello que el machismo y el pensamiento derrotista que hemos heredado culturalmente, se elimine.
Si bien ciertos sectores aún son incapaces de permitir que el sometimiento a juicio “social” de algunas costumbres, que pequeños grupos practican, tiene que ver con una necesidad de encontrar una justificiación racional para cada uno de los actos que realizamos cotidianamente. Desafortunadamente para ellos, los grupos represivos ya no se encuentran a su servicio. Las costumbres “extrañas” de ciertos grupos sociales, se han ido socializando, mostrándose a la luz pública, realizando únicamente berrinches públicos que los muestran como puritanos e intolerantes.
Una de estas prácticas, que recientemente ha recibido el desprecio de círculos sociales intolerantes a perspectivas ideológicas que se permiten desentender de los eternos dogmas sociales, este es el derecho al ejercicio responsable de la sexualidad.
Los gay´s u homosexuales, han alcanzado uno de sus más grandes triunfos, al conseguir que las normas socio-políticas, les concedan el derecho de convivir dentro de los parámetros legales del Distrito Federal. Es decir, por ley, su unión ahora se reconoce, permitiendo con esto, el beneficio de ciertos privilegios, no sólo económicos o asistenciales, sino de principios, como el de ejercer su derecho a conformar una familia.
Concederles la razón a quienes creen que la homosexualidad es una perversión o una enfermedad mental, significa caer en el juego de la intolerancia; pues dicha institución (la familia) se ha encontrado en un grave detrimento, al tener como ejemplo de conducta, la exhibición de las costumbres de una clase política, que proyecta únicamente la búsqueda de intereses perfectamente definidos, lo que implica la necesidad de una convivencia entre normas y valores encontrados.
La comunidad lésbico-gay, celebra jubilosamente dicho reconocimiento, más debe lamentar profundamente la actitud antiprogresista de muchas instituciones, que al amparo de la impunidad, arremeten contra lo establecido en las leyes civiles del DF., tal como hemos sido testigos en los medios de comunicación.
La idea de una identidad común entre personas del mismo sexo, se ha conjurado a lo largo de la historia humana, esperemos que los avances civilizados y humanísticos que sensiblemente se han establecido ya, y que tan lentamente hemos alcanzado, sostengan en su interior la imperiosa necesidad social del progreso y la búsqueda de la felicidad, respetando profundamente los instrumentos que para ello, utiliza cada ser humano.

jueves, 4 de marzo de 2010

de lo castrense a lo castrante

El Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Cultura. De lo castrense a lo castrante.

Hace algunos días sopesaba la información oficial que se nos dispara en los medios, sobre el triunfo de la nación sobre el crimen organizado. Los buenos vamos ganando y no hay problema de qué preocuparse.
Y es que en este país, balas y muertos ya no son un problema para cualquiera que se presta a disponer de un rato de entretenimiento en cualquier medio que sea. Es la cara del contrato voluntario, con el que nos sometemos a una voluntad, ni hablar, si quiero ver la tele, termino viendo comerciales.
Abonando a mi criterio del momento, debo confesar que me encontraba en el lobby del centro cultural Jaime Sabines, observando abstraído y con un hondo desánimo, una exposición, de muy baja categoría, de lonas mal colocadas, en donde se ilustraban las actividades positivas que da el pertenecer a un cuerpo castrense. Una exposición sobre el belicismo, disfrazado de propaganda, a lo Tío Sam, seduciendo a jóvenes que se acercan a dicha institución consagrada a las artes y el conocimiento.
Quizá tenga que ver el hecho de que soy sumamente susceptible a cualquier arbitrariedad que tenga tintes de proselitismo ilícito, pues tergiversar el sentido de una institución, al servicio del reclutamiento de otra, es un golpe bajo que insinúa la poca confianza en el desempeño académico, laboral e intelectual de los jóvenes.
No sé si eso tiene que ver con una postura oficial o con simple ignorancia de las partes, Pero alguien tiene que manifestarse en contra de violentar, con empresas ligadas al uso de la fuerza y la obediencia como método de formación, los principios sagrados que dan valor al arte y al conocimiento: la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Quisiera conocer ¿cuántos intelectuales hemos creado de esas élites pertenecientes a regímenes de control? ¿Y en donde están, cuando de salvaguardar una postura ética, con respecto de una labor comprometida con los valores de la ciencia, se refiere?
Qué exposición artística fue la víctima o a quién tuvieron que posponer, para permitir que se utilizaran las instalaciones de un centro cultural con otros fines, adversos a su filosofía, sentido y origen. De por sí son pocos los escaparates que muestran los resultados sensibles de los artistas, para que se tengan que supeditar a los intereses de las grandes corporaciones, quienes por cierto, cuentan con los recursos necesarios para atender sus intereses de convocatoria.
Creo que las instituciones hacen mal en permitir esta mescolanza de actividades, en especial cuando por simple principio no pueden ser compaginadas. Las manifestaciones culturales tienen un impacto social que contribuye a la concientización de la problemática social en que nos encontramos inmersos. Además de un catalizador de ánimos y opiniones, son la visión crítica de un ente que necesita ser señalado en sus errores, pues estos contravienen al principio de la comunidad de intereses, que debe caracterizarnos como comunidad.
Creo que se deben priorizar los esfuerzos intelectuales que empiezan a pujar hoy en día en la sociedad tuxtleca, para que de la forma que sea necesario se emita un mensaje alterno a la forma tan insensible en que vivimos ahora. Proporcionar una gama de actividades culturales, siempre será una forma alternativa de incentivar a la sociedad, a involucrarse también en los procesos de transformación de principios de convivencia, como la tolerancia y el respeto, que nos conduzcan a ser un ejemplar modelo de fraternidad social.