jueves, 5 de septiembre de 2013

La conciencia

En las últimas fechas muchas ciudades del mundo han mostrado nuevamente su capacidad de indignarse de las actitudes de sus gobernantes, que se caracterizan en lo general por el abuso del poder, como es el caso de Río de Janeiro y El Cairo. Ésta capacidad deviene de un ejercicio intelectual en el que se contrastan los valores de la sociedad con lo que sucede a su alrededor. La palabra conciencia, del latín conscientia, significa “conocimiento compartido” y se define en general como el conocimiento que el ser humano tiene de sí mismo y de su entorno. También se refiere a la moral o bien a la recepción de los estímulos del interior y el exterior. La conciencia es la guía de los seres humanos, se erige como juez de las acciones. La voz interior se muestra inequitativa cuando es convenientemente ilustrada. De esta deviene el conocimiento de lo bueno y lo justo. Por eso es indispensable que podamos conocernos a nosotros mismos, pues es la base del deber y del derecho. Podemos entender que la consciencia es una fuente del conocimiento reflexivo, el mejor y más elocuente auxiliar del hombre, porque le traza el camino por el cual puede llegar a ser útil a sus semejantes, labrando su propia dicha. Sin embargo la educación, enfocada en la formación de un pensamiento autómata, permite moldear a las personas para realizar lo que se le ordena sin despertar la conciencia, pues representa el riesgo de la formación de comunidades críticas y se muestra siempre falseada por las preocupaciones, lo que la transforma en algo capaz de obnubilar los instintos sociales que exaltan los valores de convivencia como el honor, la virtud y la justicia. La conciencia permite conocer las facultades intelectuales y morales del individuo, lo que provoca la resistencia, en todas las circunstancias y en la medida de sus fuerzas, a la ignorancia y la ambición, tan perjudiciales para el ideal del progreso. De la misma forma, la voz interior de la conciencia puede ser ignorada. Nunca obedecerá a intereses que no sean los más sublimes, que elevan los ideales humanos. Hay enfermedades del tipo psiquiátrico que transforma la voz interior y la tergiversa, permitiendo actuar de una forma instintiva, para perjuicio de la humanidad. Se debe comprender que la conciencia es una facultad inherente al ser racional para normar sus ideas y actos. Mientras la conciencia de aquellos que tengan la capacidad de indignarse ante los más bajos actos, que lastiman nuestra dignidad humana, continuarán presentándose las manifestaciones populares, pues es una forma natural que tienen los pueblos de hacerse escuchar. Sin embargo el papel de los gobernantes, que debieran estar claros de atender a las necesidades generales de los pueblos, es totalmente contrario, pues muestran su intolerancia y falta de disposición para mediar y gestionar ante las voces críticas que señalan sus defectos. Quizá los gobernantes tendrían que entender que todo empieza con un simple análisis de conciencia, antes de dirigirse al despropósito de anteponer sus propios intereses.

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