jueves, 25 de noviembre de 2010

Más allá del mar, está el ocaso: La figura de la ciudad en la poética de Joaquín Vásquez Aguilar

Más allá del mar, está el ocaso:
La figura de la ciudad en la poética de Joaquín Vásquez Aguilar


Quincho es uno de esos escritores que se valen de la potencialización del lenguaje para recrear sus emociones y sentimientos, reflejos de soledad y nostalgia; el lenguaje se eleva en su poesía hacia una meta-conciencia de la contemplación, se sublima, se dirige a una empatía que se alcanza en la sencillez de sus figuras a la vez de la profundidad de su expresión. Aunque mayormente dirige su temática al mar, la nostalgia y el anhelo, deja entrever una tormentosa conciencia, la que se dirige a la aventura, al caos, a la embriaguez del sentido y que se asienta en la ciudad, como símbolo de la realidad que percibe.
La ciudad es la máxima referencia de un movimiento que se ha volcado en su sentido, en contra del significado de la modernidad, que en las grandes urbes, surge como el culto a la innovación. Calinescu dice que “como poética trabaja la imposibilidad, la impotencia de la palabra, el fracaso”. (1991,291) Lo indecible nace como una conciencia, una lucha del sentido, de la impotencia.
Para Joaquín Vásquez Aguilar su experiencia con la ciudad fue trágica desde el inicio; de niño fue traído a la ciudad para educarse, dejando su casa, su familia, el mar, permanece como servidumbre de la casa que le da cobijo y estudia en la escuela nocturna. Está en una ciudad cuando muere don Emeterio, su padre, y no puede asistir al entierro porque no tiene dinero. Así aprende a procurarse el recuerdo, la sensación de que algo lo abruma, el peso que la distancia del ser empieza a adquirir cuando la sensibilidad del artista llega al clímax de sus emociones. Finalmente esta relación desencantada, de tormento, llega a su punto más alto, cuando muere en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez.
Pero esta relación con la ciudad también conlleva una positividad, pues entre ese caos está el amor, la literatura y el teatro, que se le abren como horizontes para su experimentación. Ahí crece como escritor. En la ciudad está el caos que le hace recuperar sus recuerdos, acaso como causa, en muchas ocasiones, de su poética evocativa del mar. Así se justifica que la ciudad representa para el autor el acercamiento a otra realidad, se encuentra en sí mismo, una realidad en desacuerdo con la sociedad, que se distancia por la conciencia de la individualidad y que surge como un estilo de vida.
El poema “Por la calle larga” (2010, 45) es la bienvenida de Quincho a sus lectores, un reto a lo común, reflejo del artista consciente que vacila por los pasajes de lo desconocido, de la ciudad que lo atormenta: “por la calle larga/ alguien camina con mis pasos/ alguien muere en la esquina/ alguien, más allá, nace/.” La cotidianidad es una realidad que esclaviza con sutileza, que se vuelve parte de la personalidad y la conciencia, pero el artista sabe reponerse y continúa: “todo parece correr con la naturalidad del tiempo/ y detenerse a veces en la esquina/ todo parece para mis ojos como diariamente/” Hasta que finalmente se asume como aquel súper-hombre que es capaz de transgredir las normas: “salvo que un día/ por la calle larga que se vuelve un niño de pronto/ mis pasos me los pongo/ conozco los relojes con sus horas hechas de carne/ y conozco todas las cosa que veo subir desde lo que era/ un sueño y se ha roto/ después viene la noche/ y me digo que ya vendrá otro día, tal vez/”. Así declara que se asume en su papel, que está listo para perderse en el laberinto.
El estudio preliminar sobre la obra reunida de Joaquín Vásquez Aguilar En el pico de la garza más blanca (2010) habla del sentido que tiene la ciudad en la obra de Quincho:
La ciudad tiene un destino dramático. Su rutina es una forma de prisión y de trabajos esclavizantes. La modernidad es un error humano que penetra en lo elemental del mundo y lo contamina, un mensaje que ha llegado al final de sus valores. El mundo contemporáneo se vuelve más artificial, menos humano; sus habitantes se van desposeyendo interiormente; la sociedad se enajena radicalmente. No se habita el mundo de verdad. En esta situación, la poesía de Joaquín busca la inocencia de las cosas y de la antigua unidad no desvirtuada por la evolución tecnológica.
“El mundo contemporáneo se vuelve más artificial, menos humano”, ahí es en donde se encuentra el sentido de la figura, en un desprendimiento del ideal, en un vacío. Para Lipovetski (2002, 93) “la innovación modernista es su alianza con el escándalo y la ruptura; de esta manera surgen obras en contradicción con la armonía y el sentido, divorciadas de nuestra experiencia familiar del espacio y del lenguaje” esto sucede cuando Quincho implica a la ciudad en la temática de sus poemas, hasta que se individualizan, su constante las acerca a una dimencionalización de su inconsciente, en el que el caos es la percepción ante la violencia, el ruido, el contacto con cientos, miles de conciencias que le rodean y se abruma. Lipovetski señala (2002, 81) “El modernismo es una especia de autodestrucción creadora… El arte moderno no sólo es hijo de la edad crítica, sino el crítico de sí mismo.” Esa conciencia lo convierte en un posmodernista, se distancia del ambiente y se erige como observador.
Pero su contacto con la ciudad va más allá, se deja absorber por esa gran conciencia artística que hay en el Distrito Federal, a donde se va a residir con su grupo de Teatro Campesino. Ahí sustituye su necesidad de modernidad, por el “hay que ser absolutamente uno mismo” contraseña del posmodernismo, al que fue introduciéndose producto de “una conducta extremista que lleva la lógica del modernismo hasta sus límites extremos…”(2002, 105), así lo propone Quincho, como un divorcio entre los valores del artista y los del mundo cotidiano. La ciudad es otro elemento conductor de la conciencia artística del poeta, se dejó ir por una búsqueda interna que lo expulsa de su paraíso, hacia lo cotidiano y la fatuidad del momento citadino.
Así Quincho cambia sus valores tradicionales, cobra una conciencia sincrética entre lo convivencial y el vacío. Su gusto por el trago. Lipovetski indica que en la conciencia posmodernista se encuentra “la cohabitación de los contrarios que caracterizan nuestro tiempo, no la pretendida cultura hipdrug-rock”. El mismo autor indica que “el posmodernismo tiene tendencia a afirmar el equilibrio, la escala humana, el retorno a uno mismo, aunque sea cierto que coexiste con los movimientos duros (ambientes de vicios y violencia).” (2002, 93) En el caso particular de Quincho, la ciudad es la representación de un compromiso que se acata, aquel de la evocación de actitud, que es una autodestrucción que se representa con este signo. Joaquín Vásquez Aguilar no es de los que acatan la desdicha de la ciudad, por el contrarios se asume y sale a buscar un camino, así lo muestra en el poema XII de vértebras; donde habla de la realidad que le rodea, a la que considera un engali que asfixia su ser, que lo abruma. Y entonces lucha:
si dijera calor mío
previas velocidades y señales de tránsito
así de grande la mentira
si la mirada
se midiera por bancos
ciudades industriales
masa monoteísta
así de asfixiante

Esto lo hace avanzar enalteciendo la crítica, la valentía del héroe, del que se sacrifica, de la imposición del mito como dogma:

cuando el hombre que nace crece muere
sólo supiera rosas
y miedo a la manzana
y continente
y castradura

Sin embargo el poeta es capaz de reponerse del contratiempo de lo cotidiano y osa actuar, adelantando a su destino:

he aquí mi osadía
a la mitad del puente conquisto la frontera
y claroscuro
dudosamente acato mi desdicha. (152)

La ciudad se transforma en un mal sueño, sin final feliz, en la idealización pacífica del caos, pero el asumir esa auto-imposición crítica, que le da una posición crítica para observar. Perceptiblemente la ciudad se torna en un símbolo que lleva sobre sí el sentido de lo complejo. La complejidad de la relación con este elemento lo funde con la embriagues, el aturdimiento. Abrumado el poeta se busca para salvarse de una tragedia “por el de la ciudad de México, a la que no quería/ ir porque decía que iba a morirse de frío, de ruido,/ de aplastado” (204).Cuando se compenetra , se asfixia, la ciudad no deja de significarse como tormento: “aquí no hay adioses de ciudades, ni retornos a gran velocidad” (2002, 193). La ciudad equivale a la soledad, al vacío y la pérdida de una apuesta como en “Soneto que no entra a la ciudad” ( 179):
Yo no habito ciudad. No. Me doy cuenta.
Y me doy cuenta que ando un poco
Luz. Ciudad que no habito y cuyo foco
oscuro, cuya lámpara sedienta
de mí, de mi silencio (que me orienta
a la luz, a las voces con que toco
el paso de mi sangre y mi loco
seguir en mi tristeza y osamenta)

Esta soledad se transforma en aturdimiento, en nostalgia, en un recuerdo que evoca constantemente al mar, aún en la ciudad, descubriendo el paraíso natural que ha perdido y el artificial paraíso en el que sobrevive. Finalmente la figura de la ciudad es determinante como contraposición del mar, como referente de un escenario, del que puede prescindirse a costa de volver al pasado (237 y 273):
Garza de querer anidar la vida al viento
pelícano despreocupado de mi sufrir amar
un descansar hamaca en la tarde sedúceme
y la parvada alárgame la nostalgia del mar
más pésame el café bullicioso de la ciudad
y llámame el camarón desde el fondo del restorán
así ganas me dan de una mujer y llorar
o ser un pez espada en el congreso de la paz
mas la locura es hambre y es tristeza sin par
y sin bolsas prefiero mi lluvia y mi manglar.

“rural minuto” es un ejemplo de la forma en que quincho representa también el símbolo de una ciudad en la metonimia. Recurrente en el mar, la ciudad y su sentido, es la sentencia de separación del recuerdo:

3
Ciudad que te sitúa
exactamente en la cintura
de este rural minuto
de limones maduros por tu patio.
Momento que se ha roto
con todo su silencio por tur ojos.
Que se ha quedado atrás,
Al otro lado de este ruido y de este asfalto.
Más allá del presente,
donde está tu camino con su polvo.
Dónde están tu huarache y tu sombrero.

La ciudad es la representación del mundo real, del mundo en que debe encontrarse para ir a la aventura, en busca de historias: “que estoy desierto y soledad y campo/ y estoy cantando ayer con tu canción de pájaro/ ciudad afuera.” (348) Es su forma de sobrevivir al régimen del caos, la ensoñación, el regreso al recuerdo como se observa en “otro poema a Isolda” (214)
me acuerdo
sonreías tan adentro de mis ojos
(del aire de mis ojos)
a veces llorabas este pinche mundo tú decías
éramos amigos
y me platicabas de tus hijos
me acuerdo
una vez te dije estoy enamorado de ti
y abriste tu sonrisa como un paisaje
pero sabíamos bien el rumbo de nuestras tristezas
en nuestro clima sobraban las palabras
me acuerdo
un día querías volcar tu escritorio en la oficina
y mandar al diablo papeles y la ciudad entera
te di una mirada como un abrazo
me acuerdo
íbamos a tu casa
nos recomendábamos libros
tomábamos café

La relación con la ciudad se matiza en su encuentro próximo con la sobriedad, con los momentos de paz significativos, que guardaba para sí como un recuerdo, como una evocación con la qué poder acercarse a lo perdido. Finalmente encuentra la forma de lidiar con el caos. Sabe salir del experimento cotidiano para lo que se inserta en su conciencia interna en busca de algo profundo de que asirse:

Me estoy saliendo al patio a caminar
cada mañana cada tarde
al patio de mi casa mientras es octubre
mi casa quedó atrás
y escribo
y mientras es octubre y escribo
el recuerdo se me vuelve mi casa con su patio
y salgo a caminar
cada mañana cada tarde
cada olor de limón
cada pájaro
cada mirada padre
cada mirada madre
cada mirada hermano
y también canto
estoy sentado
en algún lado de alguna ciudad con todo su ruido y su metal
pero ando caminando por octubre
mientras es el patio de mi casa
pájaro
limón
pájaro
mi casa con su puerta vieja
y con mi perro
mi casa
mi perro
y tengo cienmil pasos por el polvo
y tengo el camino y la vereda
y cienmil pájaros tengo
mientras es octubre

Finalmente, es interesante la conjunción de significados simbólicos que se da como producto de la fusión de elementos ciudad-mar. La ciudad es el reflejo de esa conciencia desencantada, “posmodernista”, fatalidad y vacío, encuentro consigo mismo (abrumado o sobrio), solitario. En su evocación del mar, él mismo es el mar. El estero es su equilibrio con el caos, del que sirve en la embriaguez producto de la saturación del sentido y del mundo. Emborracharse es el regreso al mar. En el Mar renace. En la ciudad se gasta esa vida que le queda.

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