jueves, 30 de abril de 2015

Para que no olvidemos quién era ese Che (a don Ulises Mandujano)

Una vez les pregunté a los amigos de mi madre que dónde se reunían los intelectuales de la izquierda en la ciudad. Todos hicieron mutis. Sólo uno me dijo: Ve al Che Gabo, seguro que ahí te encuentras alguno con el que puedas platicar. -¿El Che? -Sí, el Che Garufas ¿no lo conoces? Ya estás en edad de entender esas cosas. -Tenía 19 años, por lo que por lo menos legalmente estaba en lo cierto y aunque a mi madre no le causó gracia estaba de acuerdo que era mejor estar ahí que en algún lugar de esos que ponen música para que no escuches ni tus pensamientos. Indagué por todos lados. No necesité llegar tan lejos, en la carrera me dieron santo y seña de dónde estaba el lugar (a unas cuadras del Jaime Sabines) así que nos armamos de valor (y algunos pesos) y nos lanzamos a la aventura en compañía del Pollo. No sé si estaban los grandes intelectuales de la izquierda, pero sí estaban los más nobles y alegres seres humanos que rodaban sobre la órbita de un personaje magnético que nos preguntó: ¿Y ustedes qué de dónde salieron? -De allá de literatura. -¿Dicen que puro malviviente llega ahí, es cierto? -Pues menos de los que se suponen, pero habemos algunos. Le causó gracia, fue por dos chelas y regresó con limones, cacahuates y un libro. -Les voy a leer algunas cosas, a ver qué les parece literatos. Así comenzamos, nos reímos mucho y entre mesa y mesa volvía. Le conté que también quería ser escritor, entonces me dijo: -A ver onta lo que escribes. Aunque me dio vergüenza no era suficiente pretexto, saqué mi libreta y se la di. Me llevó otra cerveza y volvió con Don Cenizo y Doce Más, un libro viejo que no había reeditado en aquel entonces, me leyó la verdadera historia de la cocha desenfrenada y al final arremetió “vas mejor que cuando yo empecé”. Muy probablemente no era cierto, pero todos necesitamos un empujón de vez en cuando. Con el tiempo nos confesó que Quincho le enseñó el principio básico de un narrador, con menos más. Sus escritos los pasaba con toda la banda para que se los depuraran. La pulcritud y capacidad de síntesis eran uno de los aciertos que había descubierto y que insistía en que repitiéramos cuando nos intercambiábamos cosas. Fue tanta la confianza que me dio un borrador de su última novela, era una especie de novela negra que le devolví con anotaciones. Nunca imaginé que no vería ese texto publicado que ya tantos codiciábamos. Otro de esos conflictos existenciales que me nacieron de asistir frecuentemente era ¿por qué Che Garufas? Era un tango que decía ‘Garufa, vos sos un caso perdido’ eso y su clara empatía por los movimientos sociales, de lo que daba testimonio su cantina, eran el nombre perfecto para un lugar al que llamaba El che era todo un caballero dando a la galantería Quijote con cientos de sanchos que aguardaban turno para servir de escuderos cuando la ocasión lo demandara. Un caballero pues, nunca permitiría a una mujer pagar sus viandas, quien quiera que fuera su acompañante debía pagar por ella el atrevimiento de llevarle a un lugar como el suyo. Así que para salir del paso era necesario cooperarse antes de pedir la cuenta, de lo contrario uno desgastaba el bolsillo por toda la pandilla. Los escritores de mi generación le debemos mucho (el Navo, el Kijote, Pulido), yo le quedé a deber tres cervezas. Y en especial, fue el lugar que sin pensarlo dos veces escogí para llevar a una amiga a tomar su primer cerveza. Cuando ella por fin llegó, la recibió nuestro galante gerente que a veces la hacía de mesero y me dijo: Está bonita, se ve de buena familia, no vayas a joderlo todo. Cuando llegaba solo, platicábamos de literatura, nos prestábamos libros, nos presentaba con los demás parroquianos, una vez hasta terminé comiendo pastel de alguien que celebraba su cumpleaños y simplemente no quería estar solo. Gracias a él me quedó claro que la literatura era contar nuestras más profundas inquietudes a través de lo que nos pasaba de forma cotidiana, eso es lo que hizo con Don Cenizo, eso es lo que nos enseñó y se lo agradezco. Una de las últimas veces que conviví con él decidimos hacer un ring literario confrontando al Dandy Pérez contra el Perico Gámez. Los periódicos sensacionalistas al otro día rezaban “Con gran éxito se llevó a cabo la "Pelea del siglo" entre Ulises Mandujano y Omar Navo, en el auditorio del Centro Cultural "Jaime Sabines"”. El réferi era Arcadio Acevedo, quien dijo que se le había denominado así porque los dos escritores, uno de 70 años, Ulises, y el otro de 30, el Navo (suman la pelea del siglo). Este chiste llevaba semanas preparándose, manufactura de don Ulises. Ese era Ulises Mandujano, el inmortal Che Garufas, Conde de Tolán y Marqués del Valle de Cintalapa, comandante en jefe de los bolonautas y gerente de conocido nosocomio que luchaba por liberar a sus parroquianos del estrés, la tristeza y la depresión, el que no temía compartir sus escritos ni sus secretos porque “la única forma de ser bueno es siendo humilde y recibiendo las críticas de los lectores, qué mejor si estos son tus amigos”.

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