jueves, 30 de julio de 2009

Alejo Carpentier, la revolución Mandinga y el nacimiento de lo real-maravilloso.

El liróforo
Gabriel Velázquez Toledo

Alejo Carpentier, la revolución Mandinga y el nacimiento de lo real-maravilloso.

Alejo Carpentier y Valmont nació en la Habana, Cuba, el 26 de diciembre de 1904, de padre francés y madre rusa. Tras los disturbios de los años 20 contra el régimen que había en su país de origen, parte a Francia en donde desempeñaría uno de los esfuerzos artísticos más notables por comprender América. De 1944 a 1956, fue suficiente para que su imagen artística diera un vuelco sorprendente que lo colocó dentro de los cánones de la literatura en lengua castellana.
Durante los inicios del siglo XX los esfuerzos de los artistas latinoamericanos por lograr la concepción de una vanguardia en el arte que fuera digna de sus inquietudes estéticas y en la cual tuvieran cabida sus profundas preocupaciones ontológicas y su ejercicio estético, que cada vez con mayor rapidez se desajustaba de los modelos europeos. Inmersos en un marasmo de conflictos intelectuales sobre la labor del artista en la época, lograron reflejar su quehacer artístico sentando las bases ideológicas que referían el sentir espiritual de la sociedad latinoamericana. Esto se manifestó como el resurgimiento de una identidad que, aunque desde Martí se daba por sentada, encontraba una voz racional que le proporcionaba un espacio real en la conciencia colectiva.
El joven Carpentier supo hacer uso de este conflicto de identidad. Por voluntad reanudó sus estudios en Europa y el acercamiento a los movimientos de vanguardia de la época, en especial con los surrealistas franceses, de quienes logró adquirir un espíritu crítico y una influencia anticanónica, gracias a la cual supo desembarazarse de la forma con que comúnmente se percibía la narrativa.
El absurdo en que desembocaba el arte surrealista no logró satisfacer nuestro autor. No conforme con las ideas progresistas del momento, pues su espíritu reclamaba su cimiente. Una vez de regreso en América, redescubre la magia natural de su tierra, fusionada a su exuberancia, dio pie a la fantástica percepción artística que más adelante lograría concretar nuestro autor, plasmando su opinión en el prólogo de El reino de este mundo “Y tuvo que ser un pintor latinoamericano, el cubano Wilfredo Lam, quien nos enseñará la magia de la vegetación tropical, la desenfrenada Creación de Formas de nuestra naturaleza –con todo y sus metamorfosis y simbiosis-”.
Este sincretismo lo llevó a buscar los lugares en que las profundas creencias religiosas y espirituales aún se conservaban. En Haití concretó mentalmente el argumento de una de sus novelas más aclamadas, El reino de este mundo. La rebelión de los negros mandingas (los indeseables) concretó por fin el planteamiento de su estilo. Esta necesidad de reflejar la realidad común de una América nacida de culturas tan similares en su fondo, llevó a sus reflexiones hasta una lógica exacerbada por la necesidad de cobrar una híper-conciencia de la forma en que la percepción popular, se allegaba de un sentido fantástico.
A diferencia del Surrealismo, el Dadá y otros movimientos de la híper-conciencia artística, lo real-maravilloso tuvo un elemento que le caracterizó: el nacer de una conciencia colectiva que por lo consiguiente le veía como posible. El reflejo de elementos con una carga de verosimilitud, hicieron del mundo fantástico de la tradición latinoamericana, una de las fuentes productivas más prolíficas y no solamente en lo correspondiente a lo literario.
Dudas y comentarios: elliroforo@gmail.com

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