lunes, 13 de julio de 2009

Poesía del valle

PASADO

Desconcierto (en tres colores)

Azul
Caracola brillante
Extasiada en delirio,
En salitre
Espera silenciosa,
Tregua de sal y muerte.

Gris
Ilumina la luz,
Fotografía sin color,
Austeros sonidos fulgurantes,
Se esconde a la furia.

Negro
Fantasma furioso,
Resplandecientes
millares de centellas
Homo-mortecinas


Estoy hecho de poemas
no de poesía
Porque poesía es el canto bello del mundo
es oír trinar las aves
y ver crecer al campo las flores
Yo poema
soy sólo palabras.


Agua
camina por la montaña
descalzo
y no llora.
Agua
camina por el valle
desnudo
y no llora.
Agua
camina por entre los hombres
solo
y no llora.
Agua
no tiene nada
Por eso no llora


Septentrión
fuego
ceniza
fuerza aciaga
destrucción.
Camino sin sentido
Lugar de la nada
Septentrión
no busco,
espero,
debajo de una amapola
que se rompe al viento.
Una señal
que sea el descanso de mis ojos
final de mi figura.
Espero eterno
Convertido en campo y flor
soledad,
vida y muerte
en infinito.
Como aire tras las nubes.
Septentrión
No importa el destino
Lo que importa soy yo.
Tus ojos
El verde claro del maizal
Con lluvias de verano,
Y el de otoño para tu piel de bronce.
Tus labios
Dulce néctar del manantial,
Que además abre a tus ojos.
Flor envuelta cual capullo de maíz tostado
Cual tierra pariendo vida,
Blandos montes que cubren tu cuerpo.
Las nubes no encuentran mejor cimiento que tus sueños,
Rocas que a tu paso se desmienten
Y transforman en carne.

Materia infinita,
Jaguar audaz
Funesta arpía
Gusano frágil de la propia madre primavera

Semilla y fruto
Conciencia de un nuevo mundo
¡tú eres el ser del hombre!

ESENCIA

Ceiba
Jardín de maravillas.
Fruto que gime
la vida de los condenados.
Tus ramas llevan sentencias
suspenden silencios.
Tu maravilla
es ver pasar el tiempo,
mientras tus raíces
llevan más allá del mundo
las penas humanas
y al cielo, la gloria del camino al paraíso

Nauyaca-muerte,
Era luna llena,
Podías cantar,
pero no robarte su aliento,
Podías ver aquella luna
pero no hacer tuya
su carne desnuda
que buscaba el río
para encontrarme.
Llegaste lejos
muy lejos,
Y yo,
en la caverna oscura,
buscando los ámbar y jades
que salvaran aquel retorno.

Tú,
Mujer que esperas en el acantilado
¡no brinques!
Yo estoy del otro lado del sueño,
por eso no te hallo,
por eso no me hallas.
Acércate al ojo de agua,
Aquí,
el dios-viento te espera
para traerte de regreso al instante
donde los colmillos de fuego
te hicieron despertar
dentro de tus sueños.

I
Nombobí juega en el campo,
Recoge las flores silvestres,
Se tira al monte a ver pasar el cielo.
A veces
Sigue a las aves que pasan
Hasta perderse en el horizonte.
Nombobí llega al río,
Le gusta el caer del agua,
Los grillos que cantan y los peces que huyen,
Juega a atrapar su sombra y su reflejo.
Nombobí es muy feliz siempre que cierra los ojos,
Y juega a imaginar que es libre.

II
Nombobí
juega con las estrellas y los astros,
se sienta cansado a ver fijamente a la luna,
se recuesta en el cielo y sueña y crea
y espera lento y profundo
entre ritos y leyendas
a que la tempestad se suceda en calma
fuera del anal que le fecunda.
Nombobí espera lejano a su compañera
-por qué no llegas- le pregunta
espera siempre impaciente
completar su oscuridad.

Tú,
Mujer que esperas en el acantilado
¡no brinques!
Yo estoy del otro lado del sueño,
por eso no te hallo,
por eso no me hallas.
Acércate al ojo de agua,
Aquí,
el dios-viento te espera
para traerte de regreso al instante
donde los colmillos de fuego
te hicieron despertar
dentro de tus sueños.

El tiempo
Poeta.
Gigante triste,
El atardecer
Dibuja tu ensayo en el horizonte.
La noche te descubre,
y el río
te describe como le cuenta el viento.
Tu magia
irradia con los secretos del tiempo,
Tus viejos salen a leerte,
saben de ti,
porque no temes,
Maestro de nubes,
tus palabras se vuelven costumbres.

Quería creer en ti
Saber de ti
Pensar en ti
Tener miedo de verte
Razón de verte
Voluntad de verte.
Y sólo podía esperar,
Que tú esperaras.


Uno de cada tantos días
se lo brindo al olvido
porque alguien debe recordarlo.

I
Sobre un camastro
reposa la muerte santa
ansiosa de deseo

II
Tú piensas
que cuando yo muero
desaparezco

III

Minutos más
caminarían
sobre la sombra

IV
Un minuto
libraría la culpa
de cargar la vida

V
Árbol de armonía
color oscuro
luna que mira

Colibrí
que come
y huye

VI
Susurro de viento
Voz de plumas
Éste es, el fin eterno

Atardecer

Las gaviotas
descansan en humedales
que sus alas transforman en mar,
entre sobrios verdes del tepescohuite
y el atardecer
que devuelven la calma.
El valle duerme
la tierra suspira
y la vida se suspende un instante
emulando el infito.


Amanecer

A lo lejos,
del otro lado del pueblo
se oye cantar al gallo
con voz que esconde los rallos del sol
despierta el mundo
y la tierra abre sus ojos para trazar el destino.
Los hombres avanzan lentamente
hacia el camino
que conduce al sentido,
y lo vuelve real.


Noche

Las nubes ultrajan a la luna
Los amantes
huyen del mundo que los agobia
y se dedican al amor
a vivir otro mundo
por instantes
a esconder el gozo de los pensamientos
la noche se trata de descubrir
a qué huelen las rosas en el rocío,
a pensar en lo que no existe
y a encontrar en los sueños
el devenir de un futuro
que no es más que un anhelo.

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