lunes, 13 de julio de 2009

Toulouse Lautrec: el pequeño gran genio de la pintura

Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Toulouse Lautrec: el pequeño gran genio

Nacido en Albi, el 24 de noviembre de 1864, con un físico poco privilegiado, una estatura muy pequeña y una familia rica de la cual fue la única esperanza, Lautrec es el último genio de la pintura francesa decimonónica y pasó a la historia como el autor francés más famoso de su época.
Criado en la opulencia, bajo el cobijo de padres sobre protectores, Lautrec se sobrepone a la miseria de una enfermedad y de una vida llena de limitaciones. Desde muy pequeño demostró su gusto por la pintura. Confinado a una habitación en la mansión familiar, tras largas terapias angustiosas y primitivas con que se pretendía curar su pequeño tamaño, el momento íntimo que desarrollo en la pintura se transformaría en la verdadera y única medicina para su alma.
La resignación a la enfermedad del joven pintor, hizo que sus padres lo enviaran a parís, a que se formase en las grandes academias de pintura que habían. Enemigo acérrimo del romanticismo que se enseñaba, al poco tiempo desertó de su intención de estudiar pintura para buscar su propio camino.
Muy próximo al decadentismo de los primeros años del siglo XIX de la poesía francesa, la búsqueda de Lautrec incluyó la exploración de los tabues como respuesta a los retratos naturalistas tan de moda en la época. Esto lo llevó a transformar completamente sus hábitos. Tan acostumbrado a las comodidades maternas, el encuentro con el submundo del parís lo hizo encontrar el sentido que buscaba para su arte.
Muy pronto supo adaptarse a su nuevo medio. Codiciaba ampliamente la vida libre, amaba profundamente lo espectacular y fascinaba de lo sensual. Rodeado de prostitutas que admiraban al genio, de borrachos y otros grandes genios de la época (recordemos su gran amistad con Van Gogh y Watteau). Así es como Toulouse Lautrec llegó a la escena de la pintura francesa, en medio del escándalo.
Sus pinturas prontamente se volvieron aclamadas por inmorales, lo que le valió una serie de amonestaciones de la iglesia y el gobierno, quienes censuraban constantemente sus exposiciones.
Su genio fue constantemente criticado. Por temporadas vivió en el “molino rojo” afamado prostíbulo, donde se le permitía retratar desde el espectáculo que se ofrecía hasta las escenas más cotidianas de la casa. La sencillez de su trazo, su fascinación por los detalles, la reestructuración de los símbolos estéticos convencionales y su afable carácter, le abrieron las puertas en ese parís tan odiado por unos y amado por muchos otros.
La reproducción de su obra en cientos de litografías para publicitar centros de espectáculos, irritó a la crítica. El arte no debía rebajarse a las masas ignorantes. Lautrec retó al gobierno y la moral, y esto lo llevó a pasar con inimitable gracia a los anales del arte. Su conducta, tachada de inmoral por las conservadoras autoridades, y sus excesos, lo llevaron hasta el manicomio. Su buen humor, la aceptación plena de sus enfermedades y un amor, el de la Valadon (aclamada por grandes pintores como Degas y Renoir, que la tomaron como modelo), hizo que lo dejaran salir del manicomio.
El suicidio de Van Gogh, su íntimo amigo y la traición de la Valadon, quien durante su estancia en el nosocomio se casa con un comerciante, lo hunde en una profunda depresión, quien vuelve a refugiarse en los ambientes de espectáculos y alcohol. Contagiado por una de sus amantes enferma de sífilis. Lautrec abandonará sus prostíbulos y fiestas por la falta de dinero y fuerzas. La enfermedad lo vuelve un lisiado que no puede hacer nada por sí mismo. Vuelve a casa de sus padres, en donde intentan hacerle redimirse ante la iglesia. El avance de la locura provocada por la sífilis no merma su convicción y muere finalmente el 9 de septiembre de 1901.
El genio pródigo de Lautrec y su humor refinado lo volvieron un ícono del arte popular, que venció con ingenio a los convencionalismos y abrazó con pasión a la locura humana. Existe una película del director Roger Planchon que con gran detalle reproduce la pasión de Lautrec por la satisfacción del deseo.

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