sábado, 11 de julio de 2009

José Carlos Mariátegui: sobre el artista y su época.

Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
José Carlos Mariátegui: sobre el artista y su época.

Este prolífico escritor e intelectual del Perú de inicios del siglo veinte, es capaz de revelarnos, mediante sus disertaciones profundas del nivel cultural que posee su país y Latinoamérica en general, la forma en que la revolución de las ideas ha impactado en una sociedad miseble. En su ensayo El artista y la época revela: “El artista contemporáneo se queja, frecuentemente, de que esta sociedad o esta civilización, no le hace justicia”. Esta justicia exhibe la ausencia total de sensibilidad estética, elemento que hace sublimar la apreciación de los símbolos que la misma sociedad construye. Esta degradación tiene que ver directamente con los modelos sociales que rigen a los países pues la degradación de los valores de convivencia origina desigualdad: “El renombre se fabrica a base de publicidad. Tiene un precio inasequible para el peculio del artista pobre”.
Pero a pesar de las innumerables quejas que los artistas pueden emitir acerca del comportamiento social, el autor menciona los positivos estímulos que esto ocasiona “De este trato injusto se venga el artista detractando genéricamente a la burguesía. En oposición a su escualidez, o por una limitación de su fantasía, el artista se representa al burgués invariablemente gordo, sensual, porcino. En la grasa real o imaginaria de este ser, el artista busca los rabiosos aguijones de sus sátiras y sus ironías”. El papel de crítico social que provoca este despreció, ha dado las más grandes obras que el acervo cultural humano posee.
Esta forma tan irónica de revelar la realidad social, le hace a Mariátegui ganar la atención sobre su estilo directo, sin inhibiciones. Equipara brillantemente “El obrero siente explotado su trabajo. El artista siente oprimido su genio, coartada su creación”.
Aunque el presente ensayo fue escrito en 1925, Mariátegui logra compenetrar a su lector en lo que ha acertado a ser una constante de la sociedad. Revela la búsqueda inconsciente de los artistas de una sociedad aristócrata. Es decir que pueda apreciar su arte. Una sociedad que ha estudiado y acrecentado sus parámetros estéticos. Esto los hace alejarse de las sociedades burguesas, que pueden equipararse con los “nuevos ricos” los adinerados ignorantes que sólo se ocupan de placeres físicos y no de los espirituales: “La élite aristocrática se componía de finos gustadores y amadores del arte y las letras. La élite burguesa se compone de banqueros, de industriales, de técnicos. La actividad práctica excluye de la vida de esta gente toda actividad estética”. Y aunque la introducción de los grandes modelos de consumo han devaluado al artística, que antes de que existieran se obligaba a producir constantemente obras que en su perfección, demostraran su valía. No como, nos retrata el autor, ahora sucede “Sobre la suerte de los artistas contemporáneos pesa, excesivamente, la dictadura de los medios de información. Los periódicos pueden exaltar al primer puesto a un artista mediocre y pueden relegar al último a un artista altísimo. La crítica periodística sabe su influencia. Y la usa arbitrariamente. Consagra todos los éxitos mundanos. Inciensa todas las reputaciones oficiales. Tiene siempre muy en cuenta el gusto de su alta clientela (burguesa)”. ¿O alguien duda de que esto sucede?
La añoranza de un destino que cobije el producto de la única revolución que no se ha detenido con el tiempo, la del arte, no puede perderse ante la oleada vulgar de los medios enajenantes que pretenden disponer de la voluntad que no ha sido educada “La publicidad, es en nuestro tiempo omnipotente. La fortuna de un artista depende, por consiguiente, muchas veces, sólo de un buen empresario. Los comerciantes en libros y los comerciantes en cuadros y estatuas deciden el destino de la mayoría de los artistas. Se lanza a un artista más o menos por los mismos medios que un producto o un negocio cualquiera. Y este sistema que, de un lado, otorga renombre y bienestar a un Beltrán Masses, de otro lado condena a la miseria y al suicidio a un Modigliani”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog