viernes, 10 de julio de 2009

Idealismo contra idealización: el caso de Virgilio Piñera y Gabriel García Márquez.2

Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Idealismo contra idealización: el caso de Virgilio Piñera y Gabriel García Márquez.

Segunda parte.-
Como mencionábamos en la columna pasada, Virgilio Piñera y Gabriel García Márquez tienen la facultad de hacer interactuar lo fantástico y lo real, reflejando la vida y los conflictos de un continente desde perspectivas casi opuestas. Mientras Márquez era aplaudido como símbolo del pensamiento progresista de la izquierda en América Latina, Piñera era sometido a la censura del régimen de la Revolución en Cuba. Pensamientos críticos contrapuestos en su idealismo, pero que comparten una postura de ruptura, en que el retrato social alcanza un nivel mordaz que se convirtió en algo incómodo para los regímenes políticos.
El horizonte literario de ambos escritores puede fácilmente situarse dentro de una vanguardia avanzada para la época. La construcción paralela de universos literarios dio como resultados un desasosiego y una insatisfacción con el entorno y esto se hizo más agudo aún para Piñera quien buscó constantemente la interjección de los estilos. En cambio Márquez emprendió la búsqueda del sentido. dueños ambos de la palabra con sentido crítico, pretendían develar aspectos poco convencionales del ente social. Mientras uno era polémico, el otro era plenamente aceptado en un mundo hambriento de idealismo. Distintos en su lucha, la estridencia de Piñera es un enfoque opuesto al de Márquez, pues su frenesí se enfrenta a la sobriedad, confronta lo patético contra lo convencional.
Gracias a su discurso radical Virgilio Piñera se insertó en la crítica a de régimen represor, entre otras cosas, de la sexualidad y la libertad de palabra. Su literatura es la huella de un pensamiento imposible, como lo demuestra en su temática, con un discurso fantástico, se inserta en el contexto de las falacias sociales.
Su capacidad de observación describe escenarios trastornos racionales y emocionales, tanto sociales como individuales (rasgo similar con Márquez) que se disfrazan en panoramas imaginarios que podrían estar en cualquier parte. Virgilio Piñera sorprende con la forma en que poco a poco describe síntomas de una sociedad decadente, que se encuentran dentro de cada individuo.
¿Qué sucede cuando todos viven en un estado de demencia, que además es aceptado por el inconsciente colectivo? Las reflexiones profundas de la calidad humana hacen de Piñera un maestro de la narrativa y propone recapacitar sobre lo endeble de nuestra condición de animales racionales.
Su cuento La carne es el ejemplo de la extralimitación de lo cotidiano que se transforma en una anécdota cargada de sentido perverso. Las pasiones humanas más inmediatas llevadas al límite, encuentran un eco extraño en lo social que hace a la historia verosímil. La inteligencia de su descripción hace posible que cada escena se represente en la conciencia interpretativa del lector como una señal del desastre que se encamina por la depredación.
Dicha conciencia interpretativa se observa en las directrices mayores del relato. Inicia con una declaración de vaguedad beckettiana, la población se queda sin carne para comer, sin embargo esto “Sucedió con gran sencillez, sin afectación. Por motivos que no son del caso exponer”.
Lo anterior despoja de importancia a la razón que dará origen a lo inverosímil de la narración; no obstante el autor sugiere que la razón de lo que sigue está por debajo de los actos que causa. La sociedad se convierte en vegetariana, alguien no lo soporta y salta la idea de la antropofagia. Ésta se convierte en una compulsión; el resultado es la auto aniquilación de esa sociedad.
Un niño se devora hasta extinguirse. El bailarín (símbolo del arte) decide hasta sus pies. La antropofagia no sólo se acepta, deviene en hábito, es posible encontrarle ventajas tan loadas como las nuevas adaptaciones a la moda.
El narrador, como los gobiernos latinoamericanos que crean realidades alternas fingiendo o padeciendo la más evidente estulticia, plantea que todo está bien, el suministro de carne existe y es lo que importa. Al final, sólo apunta:
“Que la población fuera ocultándose progresivamente nada tenía que ver con el aspecto central de la cosa […]sería miserable hacer más preguntas inoportunas, y aquel prudente pueblo estaba muy bien alimentado…”

 García Márquez, Gabriel. (2000). Crónica de una muerte anunciada. Barcelona: AGEA.
 Piñero, Virgilio. (2008). La Carne. En Cuentos fríos. Madrid: Cátedra.

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