jueves, 9 de julio de 2009

Garufa vos sos un caso perdido... (El Che Garufas)

Liróforo.
Gabriel Velázquez Toledo

Garufa, vos sos un caso perdido.
Don cenizo… y doce más de don Ulises Mandujano “el Che Garufas”.

No existe la fórmula mágica para escribir bien. Leer, observar, retomar las anécdotas que más dominio nos valen y arriesgarse. Lo que sucede con lo que escribimos ya no es nuestra culpa. En conocido centro para la protección contra la tristeza, allá por la 15 oriente y avenida central, de oreja a oreja y con sonrisa afable, agazapado entre historias que aguardan a sus parroquianos y la tranquilidad de un recinto consagrado a las artes, espera el director de la sinfónica bolonauta.
Una más que se guarda para los que quieren protección contra la tristeza. El Che, benditas leyes de excepción, tomando al toro por los cuernos, nos presenta Don cenizo… y doce más. Conde de Tolán y Marqués del valle de Cintalapa. Don Ulises nos presume la reedición de su libro, tan esperado por muchos, en el que surcan historias repletas de ironía, que fluctúan entre lo rural y lo urbano, lo popular y lo fantástico. ¿Acaso tradición o locura?
Claro, sencillo y directo. Sus cuentos saben encontrar la esencia de lo que debe de ser una buena historia. El Che Garufas (pa’ los cuates) presenta un estilo repleto de contrastes que enriquecen su literatura. Sabe pasar a sus lectores de una esquina de la mesa a la otra, franqueando la realidad y rodeando lo maravilloso, otorgándose un permiso para introducirnos en el mundo guajiro de las historias populares.
El Che es portavoz de un submundo, que aunque a la vista de todos, sólo aquel que sabe observar puede describirlo tal y como él lo hace. Desde “Don cenizo” que es el arquetipo del héroe llevado a la ruina por la pasión, hasta el ya clásico Dandy Pérez, aquel boxeador que dicen vendió su primera y última pelea.
A diferencia de lo que muchos otros escritores presumen es lo más culto que pueden hacer, para nuestra fortuna el Che evita las abstracciones del lenguaje. Con mucho sentido del humor, nos lleva de la comedia al drama y da un viraje a la tragedia. Todo con ese sentido irónico que lo caracteriza, influencia de haber vivido en todas partes, convivir con todos y en especial, porque ha encontrado la forma de robarse la magia de las experiencias, que llegan a ser hasta extrasensoriales, producto de su infinita paciencia para escuchar a todo aquel que tiene algo que contarle.
Las narraciones no tienen un tiempo específico. Trascienden la realidad humana para depositarse en la infinitud del tiempo. Sus historias son parte de cualquier instante en que alguien brinda a la salud de la diversión.
Sin el menor recato sobre el destino del lector, el Che sabe advertir “publicación prohibida para la familia Abascal”. Por supuesto uno debe saber a qué se atiene con el texto que nos comparte. Su lenguaje que fluctúa también de lo rural a lo urbano, nos cumple deseos. Revolucionario hasta curándose la cruda. Sus frases luchan contra lo imposible. Reta nuestra cordura. El Che no miente, si al caso exagera un poco con tal de darle más sabor a la historia. Acompañado de las ilustraciones de Arcadio Acevedo, el sentido del humor de ambos, se combina para regalarnos instantes de alegría, como si un trozo del “che garufas” se fuera con nosotros al salir de su recinto.
¡Prohibido desaparecer! Sentencia final que amenaza con volver con más. Del Che hay que esperarlo todo ¡Salud don Che! Y gracias por arriesgarse por nosotros.
Por cierto para todos aquellos que quieren adquirir un ejemplar de este libro, pueden buscarlo en la librería de la biblioteca central del Jaime Sabines y para ejemplares con autógrafo podemos encontrarlo en el establecimiento del Che.

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