domingo, 12 de julio de 2009

Las historias de los niños en las letras. Eliseo Diego

Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Las historias de los niños en las letras. Eliseo Diego.

Hasta la llegada de los personajes de ficción moderna, desde Mickey Mouse hasta Harry Potter, parecía que la atención destinada a la educación elemental de los niños, se dedicaba a la adaptación popular de historias, llamadas en Inglaterra cuentos de hadas, que no eran más que el reflejo de las enseñanzas morales elementales para la convivencia social; tal y cual lo hiciera el mito en las sociedades primitivas.
Una sociedad de consumo, como la actual, obliga a los empresarios de los medios de comunicación a adaptar las leyendas a productos reducidos de su valor racional, para que en compañías modernas como Disney y empresas editoriales dedicadas al entretenimiento simple de “estate quieto niño” conduzcan a la enajenación temprana.
Es decir, pareciera que las historias exclusivas para niños fueron las compiladas en los albores del siglo XIX en Francia por Charles Perrault (París, 12 de enero de 1628, 16 de mayo de 1703), los hermanos Jacob (1785 - 1863) y Wilhelm (1786 - 1859) Grimm en Alemania y en Dinamarca por el muy famoso Hans Cristian Andersen (2 de abril de 1805 - 4 de agosto de 1875). Entre las más reconocidas de estos están Caperucita roja, El Gato con botas, El patito feo. Pero adaptados de una forma distinta. Por ejemplo, Pinoccio muere, es castigado por querer ser un humano. El ser como condición sagrada, de respeto, es exaltada en una historia que ya nadie conoce. Una gran variedad de textos que recogieron la tradición oral europea han sido cambiados de la misma manera en beneficio del comercio.
Pero dato curioso, ninguno de estos autores pretendía alcanzar fama con sus textos en un grupo cautivo, olvidado y reprimido por una sociedad europea que parecía definir a la infancia como una enfermedad temporal y que no debía alimentar su imaginación, en detrimento de su fuerza laboral.
La literatura infantil no fue tomada como ejercicio serio hasta mediados del siglo XX. Antes se prefirió relegar obras maestras de la sátira, como Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift que es una crítica mordaz a la sociedad inglesa o Robinson Crusoe de Daniel Defoe; crítica igualmente mordaz combinada con un excelente ejercicio ideal de las aventura por los ideales. Esto fue porque se volvió el paradigma de un idealismo pujante. Uno de los pocos escritores latinoamericanos que se atrevió a escribir sobre esto fue el gran Eliseo Diego, que en su libro de ensayos La insondable sencillez (2007) dice al respecto “ningún libro pasará a ser de los niños a menos que constituya una verdadera obra de arte por propio derecho; ningún libro pasará a ser de los niños a menos que responda a sus apetencias reales.” Los niños son el mejor público cautivo. Son los que en su rebeldía mueven al mundo.
A los niños, Diego los define “La costumbre ha hecho que le demos el común nombre de “niño” y nos parezca la cosa más natural del mundo. Pero, bien visto, no hay nada más extraño que él a nuestro mundo de “personas mayores”; bien visto, en este mundo estable y grosero, él es una “monstruosidad” tan deliciosa como inquietante”. La incomprensión. El ideal es corrompido por la confortación. La realidad de un estado social sorprende a los pequeños aún entre fantasías.
Los hombres y mujeres vivimos en paradojas. Una lucha constante e inestable de contrarios. Los niños viven en un contexto distinto, ellos gozan la maravilla del vivir. Para rebasar este gozo, debe retarse su inteligencia, como define Eliseo Diego “La letra escrita, es el único instrumento capaz de estimular las capacidades creadoras presentes en todo ser humano”.

Eliseo Diego. (2007) La insondable sencillez. Pértiga. UNAM. México.

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