lunes, 13 de julio de 2009

Piedra del Sol: Octavio Paz

Liróforo
Gabriel Velázquez Toledo
Piedra del Sol: Octavio Paz

Poeta y ensayista mexicano nacido en Mixcoac, Ciudad de México en el año de 1914. Es un poeta completo, que no dejó de explorar los diferentes estilos literarios que pudo, alcanzando con esto un lugar envidiable en la literatura latinoamericana. La temática que más prevalece en sus poemas es la madurez de la búsqueda. Madurez gozosa que se identifica con la fertilidad, en sus textos líricos encontramos la interrelación armónica que existe entre el cielo y la tierra, el hombre y la mujer, los animales, los astros, las plantas, e incluso las ideas y las palabras
A través del amor y el erotismo, Paz descubre y puebla un mundo en el que el hombre y la mujer luchan, se despedazan y surgen nuevamente de sí mismos. En su poema Piedra del Sol, el drama humano de la búsqueda de la comunión, su encuentro y su pérdida, se encarna en imágenes enraizadas en la civilización azteca
Pero podríamos preguntarnos de la poesía de Octavio Paz ¿la escencia del mundo precortesiano de México está aún vivo en la conciencia colectiva? ¿Qué pretendía el artista regresando 400 años en la historia e incrustando entre las páginas de ésta sus versos?
El México indígena raramente entra en la conciencia analítica de Paz, quien únicamente incluye en sus textos los elementos culturales que tienen propiedades histórico-sociales, que permite una proyección de su sentido y su visión. Es solamente una herramienta de la que se vale para dar cabida a las reflexiones que desarrolla en su poesía.
Al igual que el resto de los autores que han utilizado la vanguardia indigenista, Octavio Paz simplemente retoma el universo indígena como tema literario. Esto ilustra un fenómeno que se produjo en la generación del ateneo de la juventud de principios del siglo XX. Uno de sus miembros José Vasconcelos (1881-1959), filósofo, Secretario de Educación, Rector de la Universidad Nacional y autor de La Raza Cósmica, y Manuel Gamio (1863-1960), antropólogo, arqueólogo y fundador del Instituto Nacional Indigenista, autor de Forjando patria. Ambos pensadores representan el deseo del México moderno de incorporar a los indígenas en formas no coercitivas al proyecto nacional. Como es obvio al proclamar la igualdad de todos los mexicanos, este nacionalismo típico de mediados del siglo XX niega la posibilidad de un México plural que incluya la riqueza étnica indígena.
Paz compone en endecasílabos (versos con 11 sílabas, los más usados en la rima hispana) y así forja una reivindicación del mito antiguo alrededor de su texto. Pretende circundar el ambiente de su obra con un ritmo homogéneo. La inclusión de los elementos estéticos que se consideran como los más sublimes de la poesía castellana, son reflejo de una profunda reflexión en la que se conjugan la conciencia histórica y las necesidades tanto ontológicas como existenciales, sin dejar de lado la trivialidad de los temas que Paz incluye con la intención de transformar su ejercicio poético en un torbellino de emociones.
En el torbellino poético de Octavio Paz el mundo precortesiano de México está vivo. Sin embargo en los versos se da preferencia al drama humano de la búsqueda de la comunión, su encuentro y su pérdida se encarna en imágenes enraizadas en la civilización Azteca, la que identificaba la sangre humana con la luz solar. Aquella que mistificaba su sentido en la tierra y que ofrendaba a los dioses la sustancia de la vida. Paz incluso sublima el pensamiento místico indígena con sus evocaciones.
Sin embargo el México indígena vivo, el diez por ciento de la población mexicana que quedó fuera del mestizaje y conserva su identidad nativa en la historia contemporánea, raramente entra en forma directa al foco de la conciencia analítica de Paz. Claramente en sus versos, decide incluir los elementos de la cosmovisión indígena, pero únicamente lo hace con aquellos que, según nuestra concepción, tienen un toque de misticismo. Es evidente que la erudición del autor lo lleva a discriminar una temática que bien le resultaba indiferente para sus fines estéticos.
Por ejemplo, la primera imagen que octavio Paz evoca con su poema es la del calendario Azteca, desde el título connota el sentido que dirige al texto. Principalmente esta gran roca con forma circular contiene pictografías que representan la forma en que los Mexicas medían el tiempo, y fue principalmente un artefacto para ceremonias, resultado de siglos de observación astronómica.
Sin embargo lo curioso resulta de la estructura simbólica en que se representan las cuatro eras, los puntos cardinales, y los tres anillos que componen de las fechas más representativas para dicha cultura. Paz al evocar el monolito, nos da una idea inmediata del panorama al que nos enfrentaremos en la conformación de los versos. Figuras poéticas que ante la aparente anarquía de sus componentes, se impone el orden profundo que imita al que pretendían establecer los Aztecas en sus impresiones. Desciende del caos de las emociones al orden de la razón y se conjugan en una espiral de interrelaciones que van de lo humano a lo místico. Podemos interpretar entonces que el poeta se sirve de las referencias histórico-culturales para trazar un recorrido personal, tanto en lo vital como en lo literario, abriendo un infinito de posibilidades que nacerían de la interelación planteada entre lo cotidiano y el inconsciente colectivo.

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